La noche que se convirtió en héroe en San Pablo, gracias a esas manos que se encargaron de detener los penales ejecutados por Ron Vlaar y Wesley Sneijder, ya quedó atrás. Porque enfrente hay un desafío todavía mayor: la final de la Copa del Mundo ante Alemania, en Río de Janeiro. Sergio Romero ya sueña despierto con el título y con ser parte de la historia con un equipo que debe ser recordado "por la garra y el corazón".
"Lo más importante es que nuestra camiseta y nuestro país den la mejor imagen ante los ojos del mundo, que en el mundo se hable bien de Argentina y que no solo se la recuerde por lo que hicieron los campeones de 1978 y de 1986 sino también por la garra y el corazón de este equipo, si nos toca quedarnos con la gloria", se ilusionó el arquero, en declaraciones realizadas en TyC Sports.
En cuanto al duelo ante los germanos en el Maracaná, el misionero señaló que "para muchos no es la final soñada, porque querían que llegáramos nosotros y Brasil, por lo que genera ese partido". Además, resaltó las virtudes de los europeos y las ventajas físicas con las que llegarán al partido del domingo: "Es un rival durísimo, que hizo siete goles en una semifinal y al que le bastó un tiempo para ganar un partido y ahorrar energía para lo que venía".
El exarquero de Racing también aclaró que la euforia por la victoria ante Holanda ya quedó en el archivo del plantel conducido por Alejandro Sabella y que ahora es la tranqulidad la que marca el pulso en la concentración de Cidade do Galo. "Con los muchachos disfrutamos, gritamos y cantamos en el vestuario, pero desde el día siguiente nos mentalizamos en lo que venía y en lo duro que será el partido con Alemania", resaltó.
