Diego Schwartzman tendrá este miércoles un desafío supremo, quizá el mayor de los retos en la historia del deporte: derrotar a Rafael Nadal en Roland Garros, en el mítico y reformado estadio Philippe Chatrier, el recinto que parecer haber sido construido a su medida.
El argentino recuperó la sonrisa en París: después de una pobre gira de ladrillo hilvanó cuatro triunfos, acumuló confianza y lleva doce sets ganados de manera consecutiva. La inyección anímica está garantizada, más allá de la dureza del objetivo. ¿Ganarle a Nadal en Roland Garros es imposible? No lo es, claro, pero la sensación recurrente es que lo parece.
Trece veces campeón en el Bois de Boulogne, el español no deja de alimentar su propio mito en el torneo parisino: ya llegó nada menos que a 104 triunfos sobre un total de 106 partidos disputados. Sólo dos mortales fueron capaces de derribar al monstruo: el sueco Robin Soderling, en aquella recordada gesta de 2009, y el serbio Novak Djokovic, en los cuartos de final de 2015.
Si bien Schwartzman registra un mano a mano considerablemente desfavorable ante Nadal, con diez caídas en once enfrentamientos, ya tiene el dato empírico de lo que significa ganarle: lo derrotó 6-2 y 7-5 en los cuartos de final de Roma, el año pasado, con una superioridad táctica que desbordó al español.
La motivación, sin embargo, pasa por superarlo en Roland Garros, en un torneo que obliga a arrebatarle tres parciales y en una cancha cuyas dimensiones lo protegen como si fuera el dueño de casa. Allí, en París, ya se midieron dos veces: en los cuartos de final de 2018, cuando el Peque le sacó un set y cayó 4-6, 6-3, 6-2 y 6-2 -hubo un parate por lluvia-, y en las semifinales de 2020, con triunfo del español por 6-3, 6-3 y 7-6 (0). ¿La tercera será la vencida?