Como todos los grandes deportistas, el instinto de superación juega un rol fundamental a lo largo de una carrera profesional. Manu Ginóbili no es la excepción. La autoexigencia lo llevó a una paradoja que lo hizo sufrir, pero también superarse cada vez más. Como le expicaba a <i>Basquet Plus</i>, esa mentalidad surgió desde chico: "Yo tenía ese instinto de competir, de compararme, de querer superarme día a día.
Eso me ayudó a crecer como profesional, pero también me trajo problemas" reconocía el mejor jugador argentino de básquet de la historia."Por momentos la pasaba mal porque era un poco angustiante y no tenía paz. Lograr un gran éxito era simplemente lo que tenía que hacer. Cuando me tocaba pasar por una frustración, no podía asimilarla.
Me presionaba mucho" contaba el bahiense, que ampliaba: "Era obsesivo, muy poco sano, pero indudablemente me alimentó en lo profesional"El físico era su obsesión. Sus hermanos llegaron a contar que hacía cualquier cosa para tratar de subir su altura. Desde colgarse de un pasamanos hasta tomar pastillas. La locura por su altura lo hacía ir, cada semana, a medirse con una lapicera en la cocina
Sin embargo, ya más maduro, llegó el momento de hacer un click, que él mismo explica: "Desde 2013 empezó a haber un cambio. Empecé a modificar mi manera de pensar, mi competitividad. A partir de ahí disfruto mucho más lo que hago, sabiendo que dejo todo, que hago todo lo que puedo para que el equipo gane. Si no alcanza ya está, mala sangre no va más".
Hoy con 41 años, su futuro es una incógnita, ya que se debate entre dejar la actividad o seguir una temporada más con los Spurs. Seguramente, con la experiencia y sabiduría que lo caracteriza, tome la mejor decisión.