River terminaba en zona de Promoción y debía definir la permanencia en Primera en una serie de ida y vuelta contra Belgrano de Córdoba. Parecía imposible el peor desenlace, es cierto. Siempre había resultado una utopía. Pero un día pasó. Hace nueve años, el 26 de junio de 2011, el gigante de Núñez, el campeón del siglo XX, perdió la categoría en su propio estadio. Increíble.
El pequeño Keko Villalva lloraba como un nene que se había perdido de su mamá. Juan Pablo Carrizo salpicaba lágrimas desconsolado: se sentía culpable, con razón, por sus insólitos goles en contra en la Bombonera y ante San Lorenzo en el Monumental. El entrenador Jota Jota López observaba el shock general incrédulo. Es más, aún hoy le cuesta asumir que esa pesadilla fue real.
En realidad, lo imposible se había empezado a acercar a lo posible en diciembre de 2008, cuando River terminó último en la tabla por primera vez en el profesionalismo en el Apertura de ese año seis meses después de haber sido campeón del Clausura con el Cholo Simeone, el mismo DT que renunció cuando vio que el equipo podía terminar en la cola del torneo... Fue la piedra que inició la imparable avalancha hacia el descenso.
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A partir de ahí, el presidente José María Aguilar subestimó la situación al contratar entrenadores como Pipo Gorosito y Astrada e incorporar refuerzos de relleno y de escaso valor. El triunfo de Daniel Passarella en las elecciones de 2009 fue otro empujón hacia el abismo, porque el Kaiser creyó que el peso de su apellido por su exitoso pasado en el club y en el fútbol argentino solucionarían mágicamente todos los problemas.
Así, canchereó la caída al elegir al lírico Ángel Cappa como técnico y luego apostar por su amigo, que dejó de ser el Negro Jota Jota para ponerse pálido. Como se pusieron jugadores consagrados como Carrizo y Mariano Pavone en instancias decisivas y algunos de los tantos pibes del club que tuvieron que poner la cara a la fuerza, como el Tucu Pereyra, Lamela, Lanzini, el Keko... Mientras el líder Almeyda dejaba los últimos restos de su físico.
DAP también minimizó el riesgo al sumar un solo refuerzo para el Clausura 2011, que encima fue el modesto y joven delantero Fabián Bordagaray. Aunque la peor macana seguramente fue cuando pateó la puerta de la oficina de Julio Grondona en la AFA y se peleó feo con el Jefe por los graves errores del árbitro Patricio Loustau? en La Boca.
Es incomprobable que ese cruce Passarella-Grondona haya resultado letal para River, como tampoco se puede confirmar que el Kaiser le armó el equipo a Jota Jota en el partido de ida de la Promoción, con Maidana en el banco y el paraguayo Román de titular, que cometió un penal absurdo con la mano.
El capítulo final de la pesadilla tuvo de todo: un gol de Pavone a los cinco minutos que puso la serie 1-2 (River tenía la ventaja deportiva en caso de empate), un penalazo a Leandro Caruso que Sergio Pezzotta no vio (o no quiso ver), el apriete de Los Borrachos del Tablón al árbitro en el entretiempo y el penal que le atajó Olave a Pavone.