

Tras 31 años de trabajo, el lunes 24 de octubre se jubiló Rosita Rueda, enfermera del servicio de Onco-Hematología del hospital San Roque, en Paraná.
Rosita Rueda es de Paraná. Es enfermera, mamá de cinco hijos y abuela de doce nietos. Comenzó a trabajar en el hospital San Roque como personal de servicio y una jefa que tenía en la sala de Neonatología le insistió para que estudie Enfermería. Así lo hizo, cursó la carrera de Enfermería y se recibió. En un momento dado y ya con su título, una supervisora la eligió para formar parte del equipo que hoy ama y que -confiesa- va a extrañar.
“El hospital es mi casa, es mi segundo hogar. Allí ha transcurrido gran parte de mi vida y a la mayoría de mis amigos los conocí en mi trabajo. Amo el hospital público. Soy consciente de que hay cosas buenas y malas, como en todos lados, pero yo siempre voy a defender ese lugar porque sé de la pasión, la responsabilidad y el compromiso con el que se trabaja. Amo mi servicio en el que trabajé durante 31 años; lo vi crearse, ampliarse, modificarse, ampliar el número de pacientes. En estos momentos no sólo tratamos leucemias, también tumores sólidos hace tres años se incorporó una oncóloga pediatra”, contó a Uno Rosa Rueda.

“Siempre digo que el nuestro es un trabajo emocional y que el grado de compromiso es alto, porque no hablamos de un paciente que va una vez y no lo vemos más, sino que sus tratamientos duran en ocasiones muchos años. Y ahí estamos nosotros, conocemos su historia, su entorno familiar, nos encariñamos. Una vez que culminan su tratamiento continuamos viéndolos porque siguen los chequeos mensuales, anuales, se genera un vínculo”.
Una vida dedicada a la vocación de servicio
Rosita, como todos la llaman, aún recuerda sus primeros pasos en el servicio de Onco - hematología: “Estaba recién recibida y me daba temor la palabra onco-hematología, pero me fui involucrando, aprendiendo mucho de lo que se hacía desde el servicio y comencé a tener mis primeras experiencias con los pacientes”, relató.

Lo más difícil de su trabajo, claro está, fue ver como un niño perdía la batalla contra la enfermedad. “Tenemos niños que han llegado al hospital a sus dos años y que hoy, a los nueve, regresaron por una recaída. Hemos estado con ellos casi toda su vida”, indicó.
La contrapartida, festejar altas definitivos junto a los chicos y sus familias: “Es una emoción muy grande, una sensación difícil de explicar”.
El día a día y los gestos de sus pacientes siempre fueron sus mejores regalos: “Ellos nos regalan sus dibujos, nos dan besos y hasta nos llaman para saludarnos cuando nos extrañan, para mí eso no tiene precio. No se puede separar la parte emocional de nuestro trabajo, es hermoso…”, especificó la flamante jubilada.
Una nueva etapa
El lunes pasado fue su último día y aún está tratando de acostumbrarse a no poner el despertador, ponerse su chaqueta y no realizar el camino que tantos años recorrió a diario para llegar al nosocomio. Por un tiempo más continuará su actividad extra en Clínica Modelo una vez a la semana y eso la mantendrá conectada con la labor por un tiempo más.

“Ahora comienza una nueva etapa en la que podré disfrutar mucho de mis nietos y visitar a mis hijos que están en Rosario”, dijo.
La despedida
“Agradezco la despedida, las palabras, el amor y el reconocimiento que me hicieron, no me lo esperaba. Traté siempre de dar lo mejor de mí. Estudié Enfermería solamente porque tenía que trabajar para mantener a mis hijos, pero pude volcar ahí todo lo que soy, sumé las experiencias y fue algo maravilloso para mí. Voy a extrañar mis compañeras, a los chicos, a sus padres. A muchos de mis pequeños los tengo como contacto en mi celular, porque en época de pandemia de coronavirus les prestábamos a los chicos los celulares para que los padres puedan comunicarse con ellos. Quiero decirles a todos que confíen en Dios, que es un servicio en que el Señor siempre está, que se aferren a él. Nuestros pacientes son niños que lloran, ríen, dibujan, pintan, caminan por los pasillos, pero que además luchan contra una enfermedad, son unos valientes de la vida. A todos ellos y a mis compañeros los voy a llevar siempre en mi corazón”, manifestó Rosita en su despedida.

Durante la despedida que le realizaron en el nosocomio paranaense, el doctor Pedro Negri, mentor y jefe del servicio le dedicó unas emotivas palabras: “Uno puede hablar, pero lo mejor es ver lo que a través de su vida ha hecho. Nosotros emprendimos la sala tratando que el grupo tuviera vínculos afectivos, y que eso nos transformara en una familia y que los pacientes se sintieran parte de esta familia. Eso hicimos, y Rosita representa esos valores, es una enfermera que conoció sus potencialidades y limitaciones y siempre estuvo dispuesta a superarlas entendiendo que uno sólo no hace nada”.
El director del hospital Germán Hirigoyen, dedicó sus palabras de agradecimiento por tantos años de dedicación y profesionalismo, a la vez que expresó: “Comienza una nueva etapa Rosita, con nuevos objetivos. Que sea lo mejor para vos”. (Fuente: Diario Uno)