"Despierto. Duermo poco. A veces me veo en la mina, tirado en el lugar donde estaba. Eso te pone mal", cuenta Jorge Galleguillos, uno de los 32 mineros chilenos que, junto a uno boliviano, pasaron 69 días bajo tierra tras un accidente ocurrido en el norte de Chile hace exactamente 10 años, el 5 de agosto de 2010.
Sus compañeros Omar Reygadas y Mario Sepúlveda confiesan que les pasa algo parecido.
"A veces me da miedo ir a acostarme, siento que no voy a despertar más", dice Sepúlveda, tal vez el más histriónico de la treintena. Y con voz temblorosa, agrega que pese a todo se encuentra bien, que es otro de sus compañeros el que peor está: José Ojeda, el autor del mítico mensaje "estamos bien los 33 en el refugio".
"Sufre una diabetes avanzada (neuropatía diabética), enormes problemas psicológicos, ha estado internado en clínicas psiquiátricas".
"Y no tiene trabajo", añade Reygadas. "No volvió a trabajar nunca más".
Como muchos de sus compañeros, Ojeda debe sobrevivir con la pensión vitalicia que el Estado entregó a los mineros, que hoy bordea los 400 mil pesos, unos 527 dólares mensuales (el sueldo mínimo es de 320 mil pesos).
Conseguir trabajo ha sido una tarea titánica para muchos.
"Los dueños o los gerentes de las empresas piensan que nosotros -los 33- vamos a ser una molestia, una pulga en la oreja por el tema de la seguridad, porque si no se cumplen las medidas, tenemos llegada con los medios de comunicación, con las autoridades? entonces eso nos juega en contra", explica Reygadas, quien trabaja como conductor, trasladando autos de una ciudad a otra junto a su amigo, también miembro de los 33, Franklin Lobos.
Hoy viven muy lejos de las faenas mineras, algo que no estaba ni remotamente en sus planes hasta antes del accidente.
<b>La fama de golpe
</b>"Lo más bonito fue salir y abrazar a mi hijo. Ver la luz del sol y sentir esa brisa de airecito fresco en la cara. Lo más hermoso", asegura Reygadas, hoy de 66 años y el minero número 17 en salir del cautiverio.
Para Omar Reygadas, lo más bonito al salir de la mina fue abrazar a su hijo. "Lo que más me sorprendió fue ver a tantos periodistas. No pensé que era tan grande todo", dice Mario Sepúlveda, de 50 años.
Los cientos de medios agolpados en las inmediaciones de la mina San José -cerca de Copiapó, en pleno desierto de Atacama- fueron creando una narrativa que terminó cambiando la vida de los mineros: el rescate los convirtió en héroes.
Apenas asomaban sus cascos a la superficie, los 33 eran encandilados por cientos de luces, cámaras y una fama repentina.
"Fueron experiencias impagables. Nosotros con nuestro sueldo, nuestro trabajo, habríamos llegado con suerte a Santiago. Salir a Estados Unidos, España, Inglaterra, Canadá, Israel, Grecia? Yo anduve aparte por Costa Rica, Guatemala, Alemania, Chipre, Turquía, por montones de partes, haciendo charlas". Omar Reygadas es un agradecido del trato que recibieron. Parecían tener el mundo a sus pies.
"Era un regalo de dios que nos llevaran al extranjero. Son cosas inalcanzables para uno. Estar con gente que uno solo veía en la televisión? inolvidable", recuerda Jorge Galleguillos, el minero número 11.
El rescate dio fama a los mineros, que fueron invitados a varias partes del mundo. En esta foto, Mario Sepúlveda se encontraba en el estadio del Manchester United.
Homenajes, reconocimientos, invitaciones y entrevistas se sucedieron sin que alcanzaran a darse cuenta de lo que estaba pasando.
Juntos y por separado, se pasearon por lugares tan diversos como Disney, Hollywood, el Vaticano, el show de David Letterman y el estadio del Manchester United, en Inglaterra.
Sin embargo, la fama no duraría para siempre.