Javier Mascherano tiene que irse al siglo pasado para ubicar en tiempo y espacio cuándo se puso por primera vez la camiseta de la selección: fue el 7 de octubre de 1999, en Sunchales (Santa Fe), para jugar un partido nocturno en la Sub 15 que conducía Hugo Tocalli. Esa vez entró en el segundo tiempo como volante derecho e hizo un gol, pero en el camino de vuelta a su casa de San Lorenzo, sentado en el asiento trasero del auto, le dijo a Oscar, su papá: "Olvidate de que yo tenga una chance, ¿viste lo que juega el 5?". El 5 era Hugo Colace, un pichón de crack de la era Pekerman. Como a tantos en tanto tiempo, Mascherano le terminó ganando el mano a mano. El futbolista dialogó sobre el momento de la Selección con el sitio <i>Cancha Llena.</i>
"Sería injusto comparar esta selección con todas las que integré, son muchos años. En cuanto a resultados, los últimos años han sido los mejores. Nos faltó suerte, un título que nos permita sentirnos realizados. Ojalá que éste sea el momento", hace ahora un rápido ejercicio de memoria de casi 17 años, mientras el sol del atardecer rebota en su cabeza. El entrenamiento terminó, y el subcapitán reflexiona en el campus de deportes de la Universidad de Harvard sobre el tema que los obsesiona: ser campeones de una buena vez: "Que no nos conformemos es aplicar el sentido común, perdimos dos finales. Ya no nos alcanza con llegar a otra, hay que dar un paso adelante. No es una presión, es un estímulo"
-¿Las eliminaciones de Uruguay y Brasil los hace más candidatos?
-Antes de que comenzara la Copa ya éramos candidatos, ahora con esas eliminaciones seguimos teniendo la misma responsabilidad. Si esos equipos están eliminados es porque otros lo hicieron mejor que ellos. Todavía están Chile, México...
-A ustedes el asunto de merecer y no concretar ya no les servirá ni de consuelo.
-El fútbol no entiende de merecimientos. Hay que alimentar las opciones día a día, hemos hecho una buena primera etapa de grupos, pero entramos en el tramo decisivo. Ahora no nos podemos equivocar.
Analítico, el subcapitán de la selección suele mantenerse frío incluso en los momentos de éxtasis durante los partidos: cuando tuvo a Rafa Benítez como entrenador, en Liverpool, aprendió que el mejor momento para ajustar las tuercas es durante el festejo de los goles. Por eso es común verlo arrimarse al costado del campo y charlar con Martino mientras la montonera albiceleste se arma en otro lado. "Siempre se aprende de todos los técnicos, no intento ser entrenador ni parecerme. Me gusta tener la capacidad de ordenar a mis compañeros y que eso ayude al equipo", explica. Pero cree que ni eso ni nada alcanza a suprimir el margen de error: "Al fútbol nunca le encontrás la vuelta porque hay un rival que juega, un rival que te hace equivocar. Tratamos de ser un equipo práctico, un equipo con muchas facetas de juego que al final se vuelva impredecible para el rival. Tenés que buscar que el otro equipo no sepa leerte, que no sepa cuándo vas a atacar, cuándo vas a defender, cuándo vas a salir jugando", desgrana, como si estuviese trazando una estrategia. Y da una primera idea de cuál será el perfil de sus equipos: aunque no lo diga con todas las letras, en el futuro de su carrera figura pasar la línea y dirigir.
En lo inmediato, claro, asoma Venezuela: "El partido no va a ser fácil, ellos vienen con una buena dinámica. Tienen un gran potencial, sobre todo de contraataque. Los conocemos a algunos de la Liga de España. Son buenos en el juego aéreo, siempre han tenido buena altura y manejan bien la pelota parada", detalla. Se advierte que su manera de vivir el fútbol ya lo obligó a observar videos del próximo rival: en el manual de Mascherano no vale mirar más allá de la estación más cercana.