REDACCIÓN ELONCE
A fines de los años 60, en el entonces tranquilo pueblo de San Carlos Norte, Santa Fe, se gestaba un invento que cambiaría para siempre los veranos en Argentina: las piletas de lona. Los hermanos Roberto y Adolfo Benvenutti, inmigrantes de raíces toscanas, fueron los creadores de este producto icónico, que tomó su nombre de una popular historieta de la época, “Pelopincho y Cachirula”.
El contexto no era casual. Como tapiceros de autos, los Benvenutti conocían las propiedades de las telas plásticas y supieron identificar una necesidad en medio del caluroso y húmedo clima santafesino. En 1965, comenzaron a experimentar con mallas de pavillion, un material compuesto por fibras plásticas, diseñando una estructura resistente con tuberías de aluminio.
Tras dos años de ensayo y error, en 1967 lanzaron al mercado el primer modelo de la Pelopincho: una pileta para cuatro personas, de color azul y decorada con impresiones de Topo Gigio, que rápidamente se ganó la aceptación del público.
El éxito fue inmediato. Para 1970, las piletas Pelopincho ya se distribuían en toda la Argentina, y poco después comenzaron a exportarse a mercados internacionales como Estados Unidos, España, Brasil, Chile y Uruguay. Su crecimiento fue exponencial, consolidando a la marca como un referente en el rubro.
La elección del nombre tampoco fue azarosa. La historieta “Pelopincho y Cachirula”, con sus relatos llenos de humor y aventuras, había marcado la infancia de los hermanos Benvenutti, y quisieron rendirle homenaje al bautizar su invento. Así, la Pelopincho no solo se transformó en un producto, sino también en un símbolo de vacaciones, diversión y encuentros bajo el sol.
Hoy, a más de medio siglo de su creación, Pelopincho sigue siendo sinónimo de piletas de lona en Argentina y parte de la memoria colectiva de generaciones enteras.