La serie de empates consecutivos (cinco contando los de Copa), la complicación en la propia Libertadores, con las ocasiones desperdiciadas ante Juan Aurich, las lesiones en un plantel corto. Todo en contra para River en este último tiempo. La palabra victoria se le venía postergando. Se le venía escapando. Pero la racha llegó a su fin. Eso sí, por un resultado acotado, pero victoria al fin. 1-0 en el Monumental ante Godoy Cruz para comenzar a creer otra vez y acabar con una serie negativa.
Vaya si River necesitaba prevalecer. Como agua en el desierto. Es cierto, no le sobró mucho. Hasta ahí, con línea de tres atrás improvisada por las lesiones. Y con un Ponzio como lo mejorcito de la cancha, por entrega y despliegue. Lejos de pasar por arriba a Godoy Cruz, como sí había sucedido por ejemplo en el semestre pasado en Mendoza, con aquel equipo de Gallardo que comenzaba a mostrar credenciales de buen juego. Trámite relativamente equilibrado, que se rompió con el gol de Teo Gutiérrez aprovechando un rebote dado por Moyano tras cabezazo de Martínez. Revancha para el colombiano, al que le habían adivinado un remate de penal minutos antes. Como para confiar en sí mismo nuevamente. Justo dado el desarrollo, con mayores chances para el dueño de casa, aunque sin brillar.
La presencia de Godoy Cruz con diez hombres en los primeros minutos del segundo tiempo desinfló increíblemente a River. La expulsión de Fernánez no le permitió al Millo avanzar en cancha y en el resultado. Sin lograr liquidarlo. Como paralizado. Como en otros partidos. Perdió peso específico en ofensiva ante un Tomba que se animó un poco más y peleó el partido, tratando de sorprender al dueño de casa como ya lo habían hecho otros rivales. No le alcanzó, pero por momentos dio la sensación de que podía darle un nuevo de cabeza. Safó la Banda.
Deshago entonces para los jugadores locales. Para Gallardo y para la gente. Un desahogo Monumental. Un 1-0 más que importante por las circunstancias y el presente de este River.