En Maranello, con el alemán Sebastian Vettel, el monegasco Charles Leclerc y el italiano Mattia Binotto, el nuevo director del equipo, se descubrió un auto que cambió el tono de su color rojo, ahora opaco, y dejó el blanco para reemplazarlo por el negro. "Empezamos el desarrollo en 2018 y esto no es una revolución, sino una evolución de los monoplazas precedentes", advirtió Binotto, que tomó el lugar del desplazado Maurizio Arrivabene.
Después de nueve temporadas de monopolios ajenos (cuatro de Red Bull y cinco de Mercedes), Ferrari se llama a la prudencia sin perder las ganas ni el fervor. "Estamos muy emocionados, empezamos a ver el nuevo coche. Es la primera vez que lo veo en su versión completa. Lamentablemente no puedo entrar ahora y correr, pero falta poco", comentó Vettel, lleno de ganas de volver a conquistar el cetro.
Lejos de presentarle batalla interna, su nuevo compañero, Leclerc, se avino al gobierno del tetracampeón en la escuadra. "Estoy extremadamente emocionado, es un sueño que tenía desde que era niño. Trabajar con Vettel, más que tensión, es una oportunidad para aprender de un gran campeón", destacó amistoso el muchacho de Mónaco, de 21 años, el más joven piloto de Ferrari desde Ricardo Rodríguez en 1961, cuando el mexicano tenía 19.
El nombre del SF90 es una referencia a los 90 años de la marca italiana. "Tratamos de llevar todo al límite, de ser innovadores", explicó Binotto, encantando con el nuevo rojo opaco de los coches, opuesto al rojo brillante que llevaron durante muchos años. Claro que, como se dice en el deporte de los fierros, "auto lindo es el que gana", y para la Scuderia ganar es ser campeón mundial. El 17 de marzo, en Melbourne, donde se abrirá la temporada, empezará a dar señales de si su nuevo chiche es tan bello como lo ven.