La tierra que sustenta la vida en el planeta, la que da alimento, purifica el aire y almacena agua, se está secando a un ritmo alarmante.
Según un informe presentado en la 16ª Conferencia de las Partes (COP16), organizada por la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD), el 77,6% de los suelos del mundo han experimentado un aumento en su sequedad entre 1990 y 2020.
Esta cifra alarmante se compara con los niveles de aridez observados entre 1960 y 1990, lo que refleja una tendencia peligrosa que pone en riesgo tanto a los ecosistemas como a las sociedades humanas.
La amenaza mundial de las tierras áridas
El informe titulado “La amenaza mundial de las tierras áridas: tendencias globales y mundiales de la aridez y proyecciones futuras” advierte sobre una "crisis de la aridez", que podría afectar de manera directa a la vida de más de 5.000 millones de personas hacia 2100.
El equipo de científicos que elaboró este informe, junto con la unidad de la ONU encargada de la lucha contra la degradación del suelo, están profundamente preocupados por los impactos que este fenómeno tendrá en la agricultura, los ecosistemas y el acceso al agua.
Lo más preocupante, según los expertos, no es solo el escenario futuro, sino el presente inmediato. A nivel global, el 40,6% de la tierra ya se considera “tierra seca” si no se incluye la Antártida. Esta proporción ha crecido rápidamente en los últimos treinta años, con un aumento de 4,3 millones de kilómetros cuadrados de suelos que ahora cumplen con los parámetros de sequedad, un área equivalente a un tercio del tamaño de la India. Este proceso de desecación masiva puso en alerta a los científicos que siguen de cerca la evolución de los suelos del planeta.
Barron Orr, científico jefe de la UNCCD, destacó que “por primera vez, un organismo científico de la ONU advierte que, más allá del calentamiento global, la quema de combustibles fósiles también está provocando la desecación permanente de gran parte del planeta, con efectos potencialmente catastróficos sobre el acceso al agua”. Este fenómeno afecta no solo a las zonas áridas tradicionales, sino que está transformando regiones antes fértiles en tierras cada vez más secas y difíciles de recuperar.
Impactos en la agricultura y ecosistemas
Las consecuencias para la agricultura son igualmente preocupantes. Según el informe, hacia 2040 los rendimientos de cultivos clave, como el maíz, el trigo y el arroz, se verán gravemente reducidos. Se estima que la caída de los rendimientos podría representar la pérdida de 20 millones de toneladas de maíz, 21 millones de toneladas de trigo y 19 millones de toneladas de arroz. Esto no solo implicaría una disminución en la cantidad de alimentos disponibles, sino que también afectaría la calidad de los mismos, generando un problema de inseguridad alimentaria que podría afectar a millones de personas en todo el mundo.
Las proyecciones para 2100 también son alarmantes. Se estima que la capacidad del suelo para absorber agua se habrá reducido en un 67%, lo que aceleraría la desertificación y empeoraría aún más la situación de los ecosistemas. Este proceso de deterioro no solo afectará a los cultivos, sino que también tendrá un impacto negativo sobre los árboles que purifican el aire y proporcionan sombra en muchas de las grandes ciudades del mundo.
Un llamado a la acción
A medida que la desecación de la tierra se acelera, los científicos y las autoridades de la UNCCD han hecho un llamado urgente a la acción. “Sin esfuerzos coordinados, miles de millones de personas se enfrentan a un futuro marcado por el hambre, las migraciones y la caída económica. Sin embargo, si adoptamos soluciones innovadoras y fomentamos la solidaridad mundial, la humanidad puede hacer frente a este reto. La cuestión no es si tenemos las herramientas para responder, sino si tenemos la voluntad de actuar”, afirmó Nichole Barger, presidenta de la interfaz científico-normativa de la UNCCD.
En este sentido, las soluciones para mitigar la desecación de los suelos pasan por una acción global concertada que abarque desde la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero hasta el mejor uso del agua y la prevención de incendios forestales. La implementación de prácticas sostenibles en la agricultura y el uso responsable del suelo son fundamentales para revertir esta tendencia.
El caso de Argentina
Si bien el fenómeno afecta a casi todos los continentes, algunas regiones están viendo una aceleración de este proceso. El noreste de Brasil, el sudeste de Asia, y el oeste de Estados Unidos son algunos de los lugares más afectados.
En Argentina, por ejemplo, el noroeste y el sureste del país fueron identificados como “puntos calientes” en cuanto a la rápida transición de tierras húmedas a tierras secas. En estos lugares, los suelos están perdiendo rápidamente su capacidad de retener agua, lo que podría derivar en mayores dificultades para la agricultura y el acceso al agua.
Particularmente, la región de la Patagonia, que ya presenta áreas áridas, podría ver un crecimiento significativo de tierras secas hacia 2100, con la posibilidad de que algunas zonas se conviertan en desérticas. Además, los expertos alertan que la reducción del caudal de los ríos que descienden de la Cordillera de los Andes podría agravar la situación, con una caída de hasta un 40% del caudal de agua para finales de siglo. (Con información de Infobae)
