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El economista Luis Lafferriere dio a conocer su situación tras enfrentar una “falsa denuncia”

Tras enfrentar acusaciones de violencia familiar, el reconocido economista y docente universitario, relató una dura situación familiar que tuvo que enfrentar tras ser denunciado por sus hijos.

28 de Octubre de 2024
Luis Lafferriere
Luis Lafferriere Foto: Archivo Elonce

El reconocido economista, político y docente entrerriano Luis Lafferriere, difundió en las redes sociales una dura situación familiar que tuvo que enfrentar y cómo logró reconstruir su vida.

 

En un extenso escrito, narró su experiencia de cuidado y amor hacia su ex esposa durante muchos años, la cual tuvo serios problemas de salud, cómo encontró una nueva vida junto a su pareja actual y la expulsión por orden judicial a raíz de una denuncia de sus hijos por violencia familiar.

 

“No soy violento y nunca lo fui: por una falsa denuncia inicié una nueva vida”, comienza diciendo Lafferriere para dar a conocer su actual situación y lo vivido en los últimos años.

 

A continuación se transcribe su declaración:

 

"A mis familiares, amigos y conocidos: Para quienes todavía no están informados de mi nueva vida, quiero comentarles de mi situación personal actual y de lo que he tenido que vivir desde hace cuatro meses… De paso contarles de mi nueva vida y de mis planes futuros.

 

Desde el año 2020 viví con Norma (mi ex esposa) una situación muy grave, ya que ella tuvo un ACV que le provocó varias intervenciones quirúrgicas y cuarenta días en terapia intensiva, con riesgo de vida. Superado el peligro de muerte, la trasladamos a nuestro hogar con cuidados intensivos a cargo de una empresa que brindó asistencia médica y cuidado de enfermeros las 24 horas todos los días. Luego tuvo hidrocefalia, que demandó nuevas intervenciones y la colocación de una válvula en su cerebro, y finalmente comenzó a reaccionar e inició una lenta pero sostenida recuperación.

 

Desde que la tuvimos en mi hogar la cuidé y asistí permanentemente a su gradual mejora, lenta pero cada día con un poquito más de movilidad, hasta que fue recuperando el habla, todos sus músculos, la movilidad, la memoria y la lucidez. Eso fue llevando el reemplazo del servicio de enfermeras por cuidadoras, que fueron y siguen asistiendo en su atención personal.

 

Mientras yo me ocupaba también las 24 horas de cada día, todos los días, para asistirla y acompañarla, para que no le falte nada y garantizar todo lo que necesitara (alimentación, medicamentos, vestimenta, atención médica, de kinesios y teo, consultas y estudios varios, etc). La acompañé todos los días, sin parar ningún día durante casi cuatro años, la llevaba a pasear en silla de ruedas, la ponía a caminar de a poco, paseos en auto, algunos lugares cercanos, etc. Tanto las asistentes, como los familiares, amigos y vecinos fueron testigos de mi dedicación total y absoluta para que ella se recuperara, algo que parecía un milagro hasta para los médicos, y que muchos me decían que mi apoyo diario había sido y estaba siendo fundamental.

 

Pero sucedió que en marzo de este año el ingreso de una nueva cuidadora en el plantel de las asistentes (Georgi) cambió de pronto el panorama, porque tuve con ella un acercamiento que fue más allá de la simple relación. Me gustó mucho su forma de ser, su carácter y su simpatía, y pronto iniciamos un romance, que se mantuvo en el más absoluto secreto, ya que acordamos que esa reserva era fundamental para que continuara mi apoyo a la recuperación de Norma y que ella no se viera afectada por esto.

 

Pero al tiempo mis hijos, ante la sospecha de mis ausencias repentinas de mi domicilio a visitar a mi nueva pareja, me consultaron si esta compartiendo con alguna cuidadora. Les respondí que sí, pero que lo mantenía en un total secreto para no afectar negativamente la recuperación de Norma.

 

Al tiempo de esto, pasado algo más de un mes, mi hija viajó a Paraná a fines del mes de junio, desde el lugar de su trabajo (Bolivia) con la intención de que la cuidadora dejara nuestro domicilio, invocando además que poseía fotos reservadas de nuestra relación, que las haría valer si yo me mantenía firme en mi decisión de que todo continuara igual. Ella denunció el hecho ante la empresa que brindaba el servicio y logró el retiro inmediato de la cuidadora de nuestro domicilio, lo que provocó una fuerte discusión con mis dos hijos por ese motivo.

 

Eso llevó a que mi hija decidiera mostrar las fotos a Norma y revelar mi relación con Georgi, hecho que generó un cambio total y un impacto muy duro y doloroso para Norma. En ese momento mi hija pidió que la llevaría a Norma a dar una vuelta en auto por un rato, y desde entonces nunca más la volví a ver ni logré hablar con ella.

 

Pero a las pocas horas de llevarse a Norma me comunicó por whatsapp que debía abandonar mi domicilio de calle Panamá, lugar de mi residencia y donde yo tenía prácticamente toda mi vida. Y tenía que abandonarlo al día siguiente. Le respondí que no lo iba a hacer, porque no había ningún motivo, y porque además no tenía cómo sacar mis cosas ni adónde ir a vivir. Me amenazó entonces que me sacaría con la policía, lo que por supuesto me hizo preocupar. Consultando a una abogada, me respondió que sólo una jueza podía determinar mi retiro y que no había causa para hacerlo. Pero por las dudas comencé a preparar ropa y otras pertenencias, sin saber qué iba a hacer ni adónde podía ir. Quedaba literalmente arrojado a la calle, súbitamente, y sin destino. A raíz de una denuncia con una calumniosa de mis propios hijos.

 

Ante las nuevas amenazas de mis dos hijos, yo buscaba desesperado un lugar y aceleraba la búsqueda de cosas indispensables que debía retirar, incluyendo ropa abrigada, algunos papeles, mi compu y el escritorio. Allí aparece mi nueva pareja, mi querida Georgi, que me ofreció de trasladarme a su casa, con las cosas que pudiera retirar, algo que hice a las apuradas y como pude, en mi auto y con ayuda de algunos amigos. Al día siguiente y ya instalado en el nuevo domicilio, me llegó una comunicación con la decisión de una jueza, que me intimaba a abandonar el domicilio y mantenerme alejado por no menos de 500 metros del mismo, por un período de cuatro meses, al igual que prohibirme el acercamiento a Norma y sus hijos. Consulté cuál era la causa de esa medida, y aparecía una acusación contra mi persona por “violencia familiar” contra Norma, invocando supuestos malos tratos y abandono de parte mía, por la denuncia que habían efectuado mis dos hijos.

 

El golpe emocional que sentí fue brutal. Jamás en mi vida fui violento con nadie, mucho menos con mi familia y mucho menos con Norma. Pero en especial, durante los últimos cuatro años me esmeré para tratarla como si fuera una reina, con total cuidado y esmero, y cuidando desde el más mínimo detalle cada cosa que necesitara, cada día de esos años, desde la mañana temprano hasta la noche, sin faltar ni un solo día.

 

Mis dos hijos, que sabían más que nadie lo que hice y cargué sin problema sobre mis espaldas, mientras ellos hacían cómodamente su vida en otras ciudades, inventaron una calumnia para lograr que me expulsen de mi hogar usando una ley que no permite ningún tipo de defensa de la persona acusada. De nada valió que mi abogada presentara inmediatamente respuesta negando esos cargos y ofreciendo testigos que podían dar cuenta de la falsedad de semejantes calumnias (cocinera, cuidadora, vecino, amigos, familiar, etc).

 

No existe en el mundo nadie que pudiera decir que yo maltrataba a Norma o que la había abandonado, pero no había vuelta atrás, y nunca más me dejaron hablar con ella.

 

Desde entonces, la relación que había iniciado con la Georgi, la cuidadora con quien vivo hasta ahora, se fue consolidando. Y lo que quizás comenzó como una aventura se transformó en un profundo amor mutuo y una decisión de continuar juntos por el resto de nuestras vidas. Nos costó ir adaptando la convivencia diaria recíproca, a la que nos impulsó ese acto repudiable de mis dos hijos, algo que yo no haría ni a mi peor enemigo. Pero ese acto me obligó a iniciar una nueva y hermosa vida, aunque es muy probable que por el contrario haya afectado también pero negativamente la vida y la recuperación de Norma.

 

Hoy cumplimos cuatro meses de convivencia y estamos decididos a que se hagan otros cuatro meses, cuatro años y varías décadas más, hasta que alguno de los dos tenga que abandonar este mundo. Soy plenamente feliz, por suerte continúo sin pausa mi militancia en la lucha por un mundo nuevo, más humano, solidario, equitativo y sustentable. Y con el acompañamiento de mi compañera y nueva pareja, que se ha comprometido también a dar su aporte valioso, junto con muchos cumpas más, para bregar por un cambio social cada vez más imprescindible y urgente. En eso estoy… en eso estamos…"

 

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