"Estamos saliendo recién del partido, no hay mucho para pensar, solamente el dolor y esa sensación. Veremos cómo sigue todo, hay que levantarse siempre, es un club muy grande",
Momentos después de la final de Copa Libertadores que Boca perdió ante Fluminense, en las entrañas del Maracaná que había vivido una fiesta del fútbol, Jorge Almirón no ofrecía señales de renuncia. Sí de desazón, pero hablaba incluyéndose en el futuro cercano.
Este domingo por la tarde, cuando aterrizó el avión que devolvió a Buenos Aires a la delegación, el entrenador, de 52 años, encabezó al grupo que se trasladó al predio de Ezeiza de la entidad. Lucía la chomba del Xeneize. Seguía siendo el DT, aunque no por mucho tiempo.
Porque después de las 21, como puntualizó Boca en sus redes sociales, el ex Lanús, Defensa y Justicia y San Lorenzo les comunicó a Juan Román Riquelme y al Consejo de Fútbol su decisión de marcharse. "Ya está, no da para más", aseguran que dijo, convencido.
¿Un síntoma de que había roces ya en superficie en cuanto a convivencia, como el desplante de Nicolás Figal cuando fue reemplazado en el epílogo de la final ante Flu? ¿Una jugada para no depender de los vaivenes de los resultados de acá a fin de año y que su continuidad se convirtiera en una novela, o en un proceso de desgaste como les pasó a otros colegas suyos con esta dirigencia? ¿O tuvo algo que ver lo que sucedió en el cónclave en Boca predio? Tal vez un poco de todo. Lo concreto es que en La Ribera no lo esperaban. Basta con leer el comunicado publicado pasadas las 23.
"El Club Atlético Boca Juniors comunica a sus socios, socias y simpatizantes que este domingo 5 de noviembre, después de las 21 horas, Jorge Almirón informó que él y su cuerpo técnico, con contrato vigente hasta fin de temporada, habían tomado la decisión personal de no continuar como entrenadores. Nuestra institución agradece los servicios prestados por todos ellos y les desea el mayor de los éxitos en el futuro", reza el escrito.
En efecto, el vínculo vencía en diciembre. Y la Comisión Directiva esperaba que el miércoles, ante San Lorenzo dirigieran Almirón y sus colaboradores, y no Mariano Herrón en modo interino, como todo indica que ocurrirá.
Tan cierto como que el futuro del DT estaba en duda e iba a depender de la cosecha inmediata y, lógico, también del resultado de las elecciones a desarrollarse en diciembre. Es que las próximas semanas de competencia son determinantes para Boca, porque no tiene garantizado el boleto para la Libertadores 2024.
El Xeneize está a 6 puntos de la zona de ingreso a cuartos de final de la Copa de la Liga, y a 3 unidades de la línea de clasificación a la Libertadores 2024 por Tabla Anual, pero también a 2 de quedar afuera de la Sudamericana. Un panorama inquietante.
Por eso, la semifinal de la Copa Argentina contra Estudiantes (se jugaría en Fecha FIFA, en un estadio de la provincia de Buenos Aires) pasó a tener un peso enorme. Porque el torneo ofrece una vuelta olímpica, pero también el pasaje al máximo certamen internacional. Y el Xeneize no puede darse el gusto de no participar.
En ese contexto, la delegación llegó al complejo de Ezeiza y allí Riquelme le dedicó unas palabras al plantel, según narró el periodista Diego Monroig. Las primeras, amables, siguiendo el cariño prodigado por el centenar de fanáticos que esperó en el aeropuerto a los protagonistas: "Gracias por ilusionar nuevamente a la gente de Boca".
Claro que después los botines volvieron a la tierra. Y a las exigencias. "Es vergonzosa la posición en el campeonato", habría pronunciado el Torero. El club que conduce se halla anteúltimo, con 11 unidades, en la Zona B. "Hay que ganar la Copa Argentina", habría remarcado, según el relato de Monroig.
Después del breve discurso, Almirón se quedó con él. Y allí renunció. ¿Cuánta incidencia habrán tenido el ruido de sus frases? ¿Habrá olfateado a partir de ellas que se embarcaba en un camino con pocas posibilidades, que ya no era bienvenido? Román lo habría intentado persuadir de que al menos terminara el torneo.
Pero no hubo caso. El "ya está, no da para más" le puso el moño a un ciclo que exhibirá una particularidad: es el primer técnico en una década que se va del club sin una vuelta olímpica.