Era imperioso romper el silencio en el corazón de la selección argentina. Si bien la Universidad de Qatar, un predio imposible de dimensionar, es un escenario en el que se hace culto a la calma y está lejos de todo el fervor mundialista que se advierte en las calles del centro de esta ciudad, en el búnker argentino la falta de risas lastimaba. Por eso había que tomar determinaciones para torcer el rumbo de un grupo que terminó “muerto” después del primer paso aquí. El entrenador y todo su grupo entendió que no se trataba de fútbol lo que podía modificar la ecuación: era necesario darles a sus jugadores un golpe emocional, que encuentren refugio donde más protegidos se sienten. Entonces, lo que iba a ser una visita ya planificaba se transformó en un plan más flexible, sin tantos apuros.
“Es momento de hablar. De estar juntos”, había anticipado Lionel Messi tras la caída en el debut ante Arabia Saudita, un impacto que tuvo el estadio Lusail como epicentro pero que repercutió en todo el mundo. El capitán entendió rápidamente que el grupo tenía que recomponerse. Entonces, abrir las puertas de la concentración toda la tarde del miércoles para que los jugadores pudieran charlar con sus familiares resultó el mejor antídoto para una noche en la que habían tragado veneno. Desde las 14 comenzaron a llegar los afectos de Tagliafico, Molina, Di María, Messi, Dibu Martínez, Cuti Romero, Lautaro Martínez… Los encuentros familiares se extendieron hasta más allá de las 19.30 y fueron “muy positivos para todo el grupo”.
Es que la madrugada fue interminable. La mayoría no pudo conciliar el sueño. Dieron vueltas por la concentración. Hubo rondas de mate para acompañarse entre los desvelados, para hablar de cómo recomponerse, de salir a cambiar la imagen desde el partido con México, en la cita en la que ya no habrá margen para el error.
En ese contexto, el capitán necesitaba tomar un poco de oxígeno y su círculo íntimo también leyó ese escenario. Por eso todo el clan Messi se acercó a la Universidad de Qatar: Antonela, Mateo, Thiago y Ciro le dieron una inyección de afecto al rosarino. Pero era necesario todavía más, por eso dentro de la comitiva Messi entraron Jorge y Celia, sus padres, y también sus hermanos (Matías, Rodrigo y María Sol).
También la familia Di María se acercó a la concentración: Jorgelina, Mía y Pía, resultaron el refugio de Ángel. Sólo ellos, porque según pudo saber LA NACION, la comitiva de “Fideo” es gigante, ya que 22 personas llegaron hasta aquí entre familiares y amigos y se hospedaron en uno de los lujosísimos hoteles de la zona de Corniche.
Para todos era necesario tener un espacio de catarsis, como para Lautaro Martínez, que recibió a Agustina Gandolfo, su pareja, y a Nina, la hija de ambos. Así como también Nicolás Tagliafico, que compartió tiempo con Carolina Calvagni, su pareja, y Leandro Paredes con la suya, Camila Galante. Muchas de las mujeres de los futbolistas tienen una buena conexión y llegaron juntas hasta allí.
El trabajo más arduo fue para la esposa de Cristian Romero, Karen Cavaller, porque Cuti está “harto de las complicaciones físicas”, ya que el defensor se torció uno de sus tobillos cuando intentó -sin fortuna- detener el disparo de Saleh Al-Shehri que derivó en el primer tanto de Arabia Saudita. Incluso, eso generó que Lionel Scaloni lo reemplazara por Lisandro Martínez.
Reinó la buena onda entre todas las familias de los jugadores, como si se hubieran sintonizado para darles tranquilidad. Todo muy hermético hacia afuera, para evitar herir susceptibilidades públicas por una derrota que fue histórica y los incomoda. Sin embargo, allí con sus afectos, no hubo espacio para esas cuestiones, la pelota se puso a un costado, las repercusiones también, porque necesitaban desintoxicarse del brutal golpazo.
Ya no quieren que haya más desayunos lúgubres ni cenas tristes, pretenden que regresen las energías que los trajeron hasta aquí. “Hay que pasar página”, dijo Messi, tras la dolorosa caída. Y si bien no es sencilla la empresa, se puso en marcha parte de ese proceso. El sábado próximo ante México no valen las excusas, no puede haber distracciones, lo sienten todos. Incluso, en las charlas posteriores a la derrota todos sintieron que ahora sí comenzó el Mundial. “Mejor que pasó ahora (por la caída por 2-1 con Arabis Saudita), para nosotros ya comenzaron los ‘mata-mata’ y no hay más tiempo para otra cosa más que ganar”, se escuchó decir a más de un integrante del plantel en los pasillos de la Universidad de Qatar.
Entonces, también se hicieron otras excepciones para los protocolos de selección, como dejar que algunos pudieran salir a caminar dentro del predio con sus familias. Los que tienen hijos pudieron compartir otro espacio más que el del hotel. Cambiar de aire por completo. Así fue que la cena volvió a tener la tónica de siempre, con las bromas habituales, con el foco completamente puesto en el próximo paso, sin mirar hacia atrás, sólo conectados en revertir por completo el escenario.
En definitiva, las familias del plantel sirvieron como la mejor receta de Lionel Scaloni y todo su cuerpo de trabajo para recuperar la claridad: es que sus muchachos estaban completamente fuera de foco y con la vista perdida. (La Nación)