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Sociedad Pandemia

Ómicron no sería la última: cómo podría ser la siguiente variante de covid

Los expertos afirman que no sería sorprendente si este año se detecta una nueva variante de preocupación en medio del récord de contagios en el mundo. ¿La próxima podría ser más leve o más grave?

15 de Enero de 2022

Las letras del alfabeto griego probablemente no alcanzarán para cubrir todas las variantes que puede llegar a desarrollar el coronavirus SARS-CoV-2 detectado por primera vez en Wuhan, China, en diciembre de 2019.

 

Alpha, Beta, Gamma, Delta y Ómicron son hoy las variantes de preocupación (VOP) que la Organización Mundial de la Salud (OMS), clasificó como más peligrosas. Y encomendó a los ministerios de Salud de cada uno de los 200 países que hay en el mundo, realizar una vigilancia exhaustiva para detectar nuevas mutaciones.

 

Según aclara el máximo organismo sanitario internacional, todos los virus cambian con el paso del tiempo y también lo hace el virus causante del COVID-19.

 

“La mayoría de los cambios tienen escaso o nulo efecto sobre las propiedades del virus. Sin embargo, algunos cambios pueden influir sobre algunas de ellas, como por ejemplo su facilidad de propagación, la gravedad de la enfermedad asociada o la eficacia de las vacunas, los medicamentos para el tratamiento, los medios de diagnóstico u otras medidas de salud pública y social”, precisa en un comunicado.

 

Según aclara la entidad, sus redes internacionales de expertos llevan a cabo un seguimiento de los cambios que experimenta el SARS-CoV-2 para que, en caso de que se detecten sustituciones significativas en aminoácidos, se pueda informar a los países y a la población acerca de las medidas que se deban adoptar a fin de reaccionar ante la variante y de prevenir su propagación.

 

Para ello, se han establecido sistemas de ámbito mundial, cuya eficacia se está reforzando actualmente, para detectar «señales» de posibles variantes preocupantes y de interés y para evaluarlas en función del riesgo que supongan para la salud pública mundial. No obstante, las autoridades nacionales pueden optar por designar otras posibles variantes preocupantes y de interés a escala local.

 

En el mundo, ya se registraron más de 321 millones de personas con el diagnóstico de la enfermedad COVID-19. Hubo más de 5,5 millones de fallecidos en estos dos años y las nuevas mutaciones del coronavirus no dan tregua a los sistemas sanitarios estresados. Ayer solamente, se reportaron más de 3,2 millones de infecciones nuevas en solo 24 horas en todo el mundo, signo de la evolución del patógeno convertido en la última variante Ómicron, con más de 50 mutaciones de las cuales 32 corresponden a la proteína Spike, la llave por la que el coronavirus ingresa al cuerpo, lo que la convierte en la cepa más contagiosa hasta ahora.

 

Ómicron consiguió propagarse por el mundo mucho más rápido que las anteriores. Detectada el 24 de noviembre en Sudáfrica, ya está presente en más de 150 países en menos de dos meses. Mientras tanto los expertos en epidemiología y virología intentan explicar qué tiene que hacer la humanidad para evitar que haya más variantes de preocupación y que se alcance el ansiado fin de la pandemia.

 

“Cada variante que entra desplaza a la anterior sobre todo por su mayor capacidad de transmisión y esta tendencia la vemos en Argentina como ya se ha visto en el resto de los países”, sostuvo a Infobae el doctor Daniel Stecher, jefe de la División Infectología del Hospital de Clínicas.

 

“Las causas por las que la variante Ómicron es más contagiosa están relacionadas con las mutaciones que esta cepa presenta. lo que le ha permitido una mayor transmisión siempre por la vía aérea, como funciona este virus. Las formas de contagio y los síntomas de esta variante son muy similares a las previas, sin embargo lo que se está observando es que los síntomas suceden en las vías respiratorias altas: más resfriados, más secreción nasal que más bajos como la neumonía, lo que no quiere decir que esto último no se den en algunos casos con Ómicron”, amplió el especialista.

 

“Que esta variante sea más contagiosa pero que provoque menos internaciones y muertes no quiere decir que estemos llegando al final de la pandemia. El fin de la pandemia es absolutamente impredecible, porque los virus siguen circulando y siguen haciendo nuevas variantes, de manera que es difícil hablar del fin de la misma. Lo que podemos decir es que lo que estamos observando es una mayor transmisión pero una menor gravedad en las formas clínicas, en menos internaciones y menos mortalidad. Esto podría deberse en parte a las características de esta variantes, pero sobre todo a las altas tasas de vacunación que estamos teniendo en el país y en casi todo el mundo” finalizó Stecher.

 

Las estrategias y las medidas que recomienda actualmente la OMS siguen funcionando contra las variantes del virus detectadas desde el comienzo de la pandemia. Se ha demostrado en muchos países con amplia transmisión de variantes preocupantes que las medidas sociales y de salud pública, como las de prevención y control de la infección, reducen eficazmente el número de casos, hospitalizaciones y muertes por COVID-19.

 

Cuando surgió la variante Ómicron, obtuvo una ventaja sobre Delta, la variante predominante en ese entonces, porque es más transmisible y porque puede evadir más las defensas inmunitarias de las personas vacunadas y previamente infectadas. Esto ha permitido que la variante infecte a parte de la población que el Delta no puede infectar fácilmente. De manera similar, para competir con Ómicron, las futuras variantes de preocupación necesitarían obtener un perfil similar tanto en transmisibilidad como en evasión inmunológica, según afirman los expertos.

 

“No hay razón para creer que el virus se ha quedado sin espacio, genéticamente”, afirmó el doctor Kartik Chandran, virólogo y profesor de microbiología e inmunología en el Colegio de Medicina Albert Einstein en la ciudad de Nueva York. Pero si bien la siguiente variante del coronavirus puede propagarse fácilmente y burlar al sistema inmunitario, la trayectoria de sus otros rasgos, como la virulencia, la gravedad de la enfermedad causada por el virus, sigue sin estar clara para él y su grupo de trabajo.

 

“Un virus es un paquete de información genética. Cuando entra a una célula, tiene que producir más virus, ese es su objetivo final. Para lograr este cometido, tiene que expresar toda la información genética almacenada en su genoma -a ARN ácido ribonucleico- para sintetizar proteínas y producir más copias de genoma que servirán para ‘armar’ más virus”, explicó a Infobae el doctor Víctor Romanowski, virólogo vicepresidente de la Sociedad Argentina de Virología (SAV) y director del Laboratorio de Virología Molecular en el IBBM-Fac. de Ciencias Exactas (UNLP/CONICET).

 

“En el caso de los coronavirus, estos paquetes de información genética tienen alrededor de 30.000 caracteres, una especie de folleto de unas diez páginas. Imaginemos a una persona que trata de copiar tanta data lo haga muchas veces, alguna de esas oportunidades lo hará cometiendo errores. Esto mismo sucede en el caso del ARN polimerasa, que copia ‘a mano’ toda esa secuencia de letras y los errores que comete se cometen se conocen con el nombre de mutaciones”, detalló el virólogo.

 

En consecuencia, “estos errores pueden aparecer como constelaciones de mutaciones, que caracterizan a lo que llamamos diferentes variantes de un virus. La cantidad de variantes es prácticamente infinita, un número muy grande. Muchos de estos errores convierten al genoma en inviable, un virus que tiene ciertos errores en ciertos lugares es incapaz de producir más virus o infectar más células”, añadió el vicepresidente de la SAV.

 

“Los errores que modifican la información genética y que le permiten sobrevivir al virus son los que vemos y observamos como variantes. Existe lo que se llama una presión de selección, que favorece a aquellas variantes que tienen alguna ventaja, como replicarse más rápidamente, infectar con mayor eficacia las células ‘blanco’ o ‘target’. Muchas de estas variantes a lo largo de esta corta historia de pandemia de coronavirus resultaron en virus que simplemente infectan mejor que el original, detectado en China hacia fines del 2019″, concluyó el virólogo.

 

¿Cómo podría ser la siguiente variante de preocupación?

 

Dada la tasa actual de infección por coronavirus en todo el mundo y la tasa de mutación del SARS-CoV-2, es predecible que surjan nuevas variantes. “Las variantes futuras podrían obtener una ventaja competitiva a través de varias rutas. En teoría, una de estas trayectorias potenciales podría resultar en un virus que es más transmisible que Ómicron y que causa una enfermedad menos grave”, explicó la doctora Karen Mossman, profesora de patología y medicina molecular en la Universidad McMaster de Ontario.

 

“Los virus necesitan propagarse a nuevos anfitriones. Los virus más exitosos hacen esto propagándose rápidamente sin causar síntomas”, porque el anfitrión infectado puede moverse fácilmente y transmitir el virus a otros anfitriones. No es ventajoso para un virus matar a su huésped antes de que pueda propagarse”, resaltó la experta.

 

Eso se observa por ejemplo con Ómicron que aparentemente causa una enfermedad menos grave que las variantes anteriores. Se observó que esta nueva variante se desarrolla más fácilmente en las vías respiratorias superiores y menos en los pulmones, lo que también puede ayudar a que la variante se propague más fácilmente. En este caso, parece que el virus puede haber evolucionado para ser menos virulento como resultado de su mayor capacidad para saltar entre huéspedes.

 

Pero no hay garantía de que la siguiente variante de preocupación haga la misma compensación, anotó Mossman. “Una colección de mutaciones que proporcionan una ventaja selectiva también puede inducir una enfermedad más grave. Por ejemplo, las mutaciones que le otorgan al virus la capacidad de replicarse increíblemente rápido, o escapar de las garras de los anticuerpos que evitan que ingrese a las células, también podrían aumentar la probabilidad de que el virus desencadene una infección grave.

 

Delta mostró tal combinación de rasgos, en el sentido de que se propagó más fácilmente que todas las variantes anteriores de coronavirus y, al mismo tiempo, duplicó el riesgo de hospitalización para las personas no vacunadas, en comparación con Alfa. El VIH y el ébola son ejemplos de enfermedades virales que no han evolucionado para ser menos graves a pesar de existir durante décadas. La viruela fue otro ejemplo, antes de su erradicación.

 

La idea de que el virus podría volverse menos virulento con el tiempo “ciertamente no es irrazonable como hipótesis”, dijo Chandran, pero estuvo de acuerdo con Mossman en que tal resultado no está asegurado. A menudo, a medida que los virus se replican y detectan mutaciones, las mutaciones individuales dentro del genoma interactúan entre sí y pueden producir rasgos inesperados, anotó. Este fenómeno, llamado epistasis, hace que la evolución y el comportamiento de futuras variantes sean increíblemente difíciles de predecir.

Fuente: Infobae

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