El flamante presidente de la FIFA, Gianni Infantino, es conocido como el maestro de ceremonias de los sorteos de las competiciones europeas. Tiene 45 años y se metió en la contienda por el máximo sillón del fútbol internacional cuando cayó en desgracia el ex presidente de UEFA Michel Platini. Como secretario general de la UEFA, era la mano derecha del francés y a él apelaron las federaciones europeas cuando necesitaron un nuevo candidato.
Infantino dio la vuelta al mundo en busca de adhesiones con 500.000 euros aportados por la UEFA. Obtuvo 115 votos y superó a su competidor, el jeque de Bahrein, que obtuvo 92.
Nacido cerca del cantón suizo de Blatter, Infantino recurrió al estilo que caracterizó los 17 años de mandato del presidente, con su promesa de incrementar los montos de dinero que la FIFA reparte entre sus miembros. También quiere agrandar el Mundial, de 32 a 40 equipos, y permitir que regiones puedan compartir el montaje del torneo, lo que permitiría que más países puedan albergar la cita cumbre del fútbol.
<b>El competidor: Jeque Salman</b>
Miembro de la familia real de Bahréin y líder de la Confederación de Asia, apareció como el máximo favorito. En julio pasado expresó su apoyo a Michel Platini, pero la suspensión del francés alteró todo y Salman se inscribió como candidato en el día del límite del plazo en octubre.
Realizó una campaña de bajo perfil, concentrándose en reuniones con federaciones, en lugar de actos públicos y actividades de prensa como ha hecho Infantino. Y promete la misma conducta en la presidencia de la FIFA, alejándose de los reflectores como le gustaba a Blatter y delegar funciones a los expertos.
Tiene 50 años, y ha sido cuestionado por la Primavera Árabe en Bahréin. Su rival, el príncipe Alí, sacó a relucir las críticas de grupos defensores de los derechos humanos y reclamó por qué el jeque no hizo más para proteger a los futbolistas de Bahréin que denunciaron abusos tras la protestas pro democracia.
Salman negó tajantemente las acusaciones y aseguró que sus tareas en el deporte están alejadas de lo que ocurre en la política de Bahréin. La mayoría del respaldo de Salman provenía de Asia y África, no le alcanzó.