<b>Gentileza, Ezequiel Ré</b>
(<i>especial para el SuperDeportivo</i>)
Yo te vi en el fango de los campeonatos sin prensa. Te vi subirte a un micro de línea urbana en los 90 para ir a Puerto Iguazú buscando como muchas temporadas el ansiado ascenso. Te vi en Monteros y también en Pirané. En el 2000 también. Vi lágrimas por tus derrotas. Vi a la Cata Seip apretando el alambrado como tratando de soportar el dolor por un ascenso no reconocido. Su dolor y el del equipo que quedaba en el camino. Te vi llorar pero nunca caer. Jamás de rodillas.
Pero también te vi festejar. Ganando partidos imposibles y definiciones complicadas. Vi a Muller jugar con una muñeca fracturada y llorar a Marzo en el vestuario por un par de penales errados en el Argentino B. Lo vi correr y correr a Díaz por su gol con los santiagueños en el 2008 y abrazarse con el sueño cumplido.
Supe de la potencia de Jara en 2010 y del penal atajado por Bértoli a River y del gol de Acosta al Millonario 2012. Un toque de primera. Me iba dando cuenta de dos cosas: del paso de los años y de esa situación de sentimientos encontrados que nos involucra. Allá una camiseta roja y negra. Acá un tipo que supo admirarte a corta distancia.
Te vi desde una cabina de transmisión como exculpándome de las alegrías y de las tristezas. <i>"Yo no",</i> me mentía suponiendo que con el frenético impulso de las palabras al eter o en un papel podía disfrazar esas cosas que ocurren y que por suerte ocurren. Qué mejor que estar vivos. Qué mejor que vivir la cuenta regresiva hasta la hora del partido. De contar las horas para ir a la cancha o como en estos tiempos verte por TV. Qué mejor que pensar durante toda la semana lo que podía pasar un domingo de <b>"Negro, mi buen amigo"</b>. Qué mejor que eso. Que mejor que una cancha, tu cancha. Las banderas, tu bandera.
Mentiras. Blasfemias. No se puede estar afuera o ser ajeno de la ansiedad y la pasión. No se puede ver un gol de Patronato sin apretar por lo bajo ese puño festivo. O caminar por los pasillos alivianando la carga pasional para caer en el comentario<i> "objetivo". </i>
Me contaron muchas historias. De aquellas proezas del 78 por ejemplo. Y la primera vez que vi la camiseta santa fue hace casi tres décadas en el Oeste santafesino buscando conquistar victorias. En 1988 Atlético de Rafaela-Patronato. Como si fuera hoy.
Vi grandes técnicos y buenos tipos. Que acaso no alcanzaron el sitial de la gloria, pero están en el buen recuerdo: Gérez, Echecopar, Alfaro, Amador Sánchez. Después de todo, qué es ganar. Si dejan algo para que uno cuente, ya ganaron. También vi grandes jugadores y buenos tipos.
En treinta años fueron muchas las historias y los vaivenes. De repente, que acaso miro de costado la campaña sin el fragor de un cierre frenético de redacción o un micrófono intenso, me tomo el atrevimiento de un pedido. Me gustaría ver los colores rojos y negros en Primera División A. Me gustaría verlo ahí por la memoria de mi viejo, que nunca vio a Patronato pero lo seguía por radio desde la lejanía de otras tierras. Me gustaría por todos los tiempos que pasaron y estos tiempos. Por todos aquellos que lucharon y por este plantel que ilusiona con un pibe como Comas, porque Jara está volviendo a ser Jara, porque Quiroga ausente de goles volvió en un clásico horas antes de Instituto de Córdoba, por el arquero, los defensores, los volantes y los atacantes. Por los que entrenan y no juegan. Por los pibes de inferiores que sueñan en ponerse tu camiseta. Por los dirigentes, por los hinchas. Por Rulo Fontana, aquel utilero apasionado con el que compartía los mates de los días rutinarios de entrenamientos en los hoy lejanos 90. Y por los escépticos. Los que aún no se enamoran de lo propio, pero siguen y están cerca.
Me gustaría ver a Patronato en Primera A. Seguramente seguiré esperando esa chance cercana desde esa cabina, exculpándome y con el puño bajo ante el festejo desenfrenado. Llevaré como el ascenso de 2010 la cruz azul que mi viejo usaba. <i>"Con esta nunca choqué"</i>, decía ese tano camionero de ley. Y me la apropié en 2007 cuando partió a cualquier parte. Y ahí estamos. Dos ascensos y un presente con ilusiones.
Patronato ha marcado mi vida, como otras tantas cosas. Y como otras tantas cosas, Patronato es parte de mi vida. Crecí junto a sus historias. En las buenas y en las malas.
Muchas veces, en la calle, se escuchaba alguna pregunta burlona: "¿Qué querés con Patronato?", me decían. Hoy respondería: <i>"Que ascienda, que ascienda"</i>. Porque así lo siento, lo expreso y lo deseo. Es la respuesta de quien se exculpa desde una cabina o camina por los pasillos apretando los puños. Que ascienda. Está cerca y se lo merece. Porque nunca dejó de intentarlo.
Y sino se da que luche. Que vaya al frente, que defienda con la cabeza como Comas hace un par de juegos. Que corra, que busque, que emocione. Si emociona desde el juego, con el pecho erguido, ese ascenso estará cerca. Que ascienda. Eso quiero de Patronato. Que en el Reducido saque lo mejor de sí. Que lleve adelante la bandera del Patronato del 78, del 2008 y 2010. La historia no se olvida de esos mojones, como tampoco se olvidaría de este plantel. Y todos, en su justa medida y lugar somos partes. Este es el tiempo, la posibilidad y la razón. A fin de cuenta, <i>Patronato es una razón de ser.</i>