

El uso cotidiano de envases plásticos reutilizables para conservar alimentos se ha extendido ampliamente por su practicidad y bajo costo. Sin embargo, cuando presentan signos de desgaste, como grietas o manchas blanquecinas, pueden dejar de ser seguros. Según advierte Merja Virtanen, experta en seguridad alimentaria, los recipientes deteriorados pueden liberar microplásticos y sustancias químicas hacia los alimentos con los que entran en contacto.
Al exponerse a temperaturas elevadas, como en microondas o lavavajillas, o a detergentes agresivos, el material plástico sufre un proceso de degradación. Como resultado, pequeñas partículas se desprenden, lo que conlleva riesgos para la salud. Estudios recientes han confirmado la presencia de microplásticos en órganos humanos, incluyendo el cerebro, los pulmones y la placenta, lo que sugiere un fenómeno más generalizado y preocupante.

Se desconoce aún el alcance total de sus efectos a largo plazo, pero se sabe que algunos de los compuestos asociados a estas partículas pueden interferir con el sistema endocrino y favorecer procesos inflamatorios. Por ello, conviene evitar el uso prolongado de recipientes plásticos dañados, especialmente en contacto con alimentos calientes o grasos.

Conviene revisar las indicaciones del fabricante sobre el uso del producto, en particular si se permite su calentamiento en microondas. Ante la presencia de daños visibles o alteraciones en la superficie del material, lo recomendable es desechar el envase y reemplazarlo. Asimismo, resulta preferible dejar enfriar los alimentos antes de almacenarlos y considerar el uso de alternativas como el vidrio o el acero inoxidable.
Prevenir la exposición prolongada a contaminantes plásticos no requiere grandes esfuerzos, pero sí atención a los detalles. La renovación periódica de los recipientes y un uso adecuado de los mismos representan una medida sencilla pero eficaz para proteger la salud.