

Un estudio del CEPEA reveló déficits nutricionales en niños de 0 a 3 años, afectando su crecimiento y desarrollo cognitivo. La baja diversidad alimentaria y el consumo de leche no fortificada son factores clave. Especialistas proponen mejorar la alimentación y fomentar hábitos saludables desde la infancia.
El análisis reveló las carencias en la dieta de niños de 12 a 24 meses, entre las causantes se encuentran la baja diversidad alimentaria y la falta de costumbre de consumo de alimentos adecuadamente fortificados.
Los especialistas afirman que las deficiencias nutricionales durante mucho tiempo pueden afectar el potencial de desarrollo físico, cognitivo y neurológico de los niños y las niñas.
Según los datos relevados, la dieta de los niños pequeños en Argentina se caracteriza por un déficit de Omega 3 y vitaminas D y B9 (ácido fólico) con poca presencia de huevo, lácteos, pescado y vegetales de hoja verde en la dieta, limitando la absorción de vitaminas claves para el crecimiento y el fortalecimiento del sistema inmunológico.
Se demostró que presentan déficit de calcio debido a un consumo inadecuado de lácteos y otras fuentes vegetales que afecta el desarrollo óseo y múltiples funciones del organismo. La baja ingesta de hierro como carnes magras y legumbres, incrementa el riesgo de deficiencia, clave para un adecuado desarrollo cognitivo.

Además, la baja diversidad alimentaria en los niños implica que éstos no incorporan la suficiente variedad de frutas, verduras y cereales integrales, comprometiendo el aporte de fibra, vitaminas y minerales esenciales.
Por último, se detectó el consumo de leche de vaca sin fortificar en niños mayores de 1 año, muchos de los cuales ya no suelen practicar lactancia materna y terminan incorporando leche de vaca en su alimentación que no son fortificadas, a diferencia de las fórmulas infantiles que responden a las necesidades nutricionales de la niñez.
Recomendaciones nutricionales
Para contrarrestar esta situación, especialistas en nutrición proponen estrategias para llevar una alimentación más equilibrada y adaptada a las necesidades infantiles. Una de ellas es fomentar la lactancia materna hasta los 2 años complementada con una alimentación adecuada a partir de los 6 meses.
Incluir más frutas y verduras variadas, priorizando una diversidad de colores para garantizar la ingesta de suficientes vitaminas y minerales, incorporar proteínas de calidad, como carnes, huevos, legumbres y lácteos, para favorecer el crecimiento y el desarrollo muscular.
Se recomienda aumentar la ingesta de fibra, pudiendo reemplazar harinas y cereales refinados por sus versiones integrales, reducir el consumo de azúcar y sal y evitar su agregado en los primeros años de vida para prevenir la predisposición a alimentos ultraprocesados de baja calidad nutricional.
Por último, es necesario promover una educación nutricional a las familias y toda la población, brindando acceso a información confiable sobre alimentación saludable y fomentando hábitos positivos desde la infancia