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Finalizó tercero en el Titled Tuesday, torneo que enfrenta todos los martes a jugadores que son grandes maestros, maestros internacionales o maestros FIDE, títulos que consiguen a partir de los éxitos obtenidos en los certámenes más importantes del mundo. Oro, nacido en el barrio porteño de San Cristóbal, es maestro FIDE.
Esta competencia se juega a ritmo blitz; es decir, a tres minutos por jugador, más dos segundos por movida realizada.
En esta oportunidad hubo 739 participantes y Oro se lució con 9 victorias sobre 11 partidas -además de una derrota y una partida entablada-, finalizando en el último escalón del podio de la clasificación general y superando a grandes maestros como el propio Carlsen y los estadounidenes Hikaru Nakamura y Fabiano Caruana, números dos y tres del mundo.
El ganador fue el gran maestro bielorruso Vladislav Kovalev y en segundo puesto terminó el GM José Martínez Alcántara, peruano de nacimiento que juega con bandera mexicana.
Faustino se dio el gusto de vencer, entre otros, a tres grandes maestros que están en el top 75 del ranking mundial: el vietnamita Le Quam Liem (21°), el indio S.L. Narayanan (61°) y el ucraniano Anton Korobov (74°).
La única partida que perdió Oro, una sensación del ajedrez a nivel mundial, fue ante Caruana. De todos modos, logró ganarle en la general y así obtuvo uno de los resultados más valiosos de su carrera.
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Faustino Oro, un fenómeno en el ajedrez
¿Cómo se explica que un niño de 10 años se mida de igual a igual, y en algunos casos les gane, a los mejores ajedrecistas del mundo? Sencillamente, Faustino Oro no es un niño cualquiera. Es un genio. Un prodigio con un don para elegidos. Un nene como otros que en la pandemia reventaba muebles con la pelota en su casa y al que sus padres lo tentaron con un tablero y 32 piezas: 16 blancas y 16 negras. No sacó nunca más la vista de esos escaques: los físicos y sobre todo los que se ven en la pantalla de la computadora.
Es un apasionado del ajedrez. Respira ajedrez. Ama el ajedrez. Quiere jugar todo el tiempo al ajedrez. Y allí es donde papá Alejandro y mamá Romina tienen una tarea tan monumental como amorosa: ni más ni menos que guiar a su hijo para que crezca como deben crecer a los 8, 9, 10 años, sabiendo al mismo tiempo que Fausti es una bestia del cálculo y de la táctica, destaca la publicación del diario Clarín.