La Unión Europea (UE) quedó enfrentada, ayer, a la peor de sus pesadillas: el default de Grecia, que podría producirse pasado mañana, y su consiguiente salida de la zona euro.
Ese temido final se hizo más palpable que nunca después de que el primer ministro griego, Alexis Tsipras, convocó anteanoche a un referéndum sobre las exigencias de sus acreedores internacionales para el domingo 5 de julio.
Indignados, sus socios de la zona euro se negaron a extender el actual plan de ayuda. La ruptura de las negociaciones, aparentemente definitiva, amenaza con provocar una corrida bancaria y un corralito, seguida por la imposibilidad de hacer frente al vencimiento de 1600 millones de euros que debe pagar Grecia al FMI. Si Atenas no cumple con ese compromiso, entrará en el proceso de cesación de pago.
"La decisión de Tsipras de rechazar el ofrecimiento de sus acreedores internacionales [el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el FMI] y llamar a referéndum «saboteó» las negociaciones en curso, que hubieran permitido desbloquear 15.300 millones de euros en un nuevo programa de ayuda que Grecia necesita desesperadamente", lamentó Jeroem Dijsselbloem, el ministro de Finanzas holandés, que presidió ayer en Bruselas la reunión del Eurogrupo, calificada de "última chance".
Puestos entre la espada y la pared, los otros 18 ministros del Eurogrupo permanecieron reunidos hasta avanzada la noche para analizar las eventuales consecuencias que tendría para Europa un default a partir de pasado mañana, cuando expire el actual programa de rescate, y luego el "Grexit" (la salida de Grecia del euro). En otras palabras, cuando los griegos vayan el domingo próximo a las urnas, el país estará técnicamente en default y, probablemente, el gobierno se habrá visto obligado a aplicar un riguroso control de capitales para evitar la quiebra de todos los bancos.
Ése es el temor más inmediato. El sistema bancario griego se encuentra en este momento bajo asistencia respiratoria, gracias a los programas de liquidez consentidos por el BCE.
Pero las dramáticas consecuencias de la situación ya eran visibles ayer, cuando larguísimas colas de ahorristas esperaron durante horas frente a los distribuidores para retirar la mayor cantidad de dinero posible por temor a un "corralito".
Anteanoche, tras el anuncio de Alexis Tsipras, el gobierno reforzó la presencia policial en torno de las agencias bancarias.
Los responsables del Banco Central de Grecia y del BCE mantendrán hoy una teleconferencia a fin de analizar las modalidades de aplicación de un control de capitales a partir de mañana.
Una posibilidad sería declarar feriado bancario hasta que se haya realizado el referéndum, en vez de restringir los movimientos de capitales. El ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, afirmó sin embargo que los bancos permanecerán abiertos.
Varoufakis lamentó que el Eurogrupo haya rechazado su propuesta de prolongar el programa de rescate en curso. Un poco más de tiempo hubiera permitido a ambas partes acercarse a un acuerdo que el gobierno griego podría haber recomendado a los electores, estimó.
Optimista, también dijo que "un acuerdo seguía siendo posible en los próximos tres días".