Isabel Macedo vive un gran momento: a sus 40 años es dueña de un cuerpo privilegiado y encontró el amor. De la mano del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, la actriz se anima, por primera vez, a barajar las posibilidades de casamiento y de ser mamá. "Estoy tan enamorada que quiero formar una familia", dijo.
Esta semana, Macedo es tapa de revista Gente y, desde el backstage de la nueva campaña de ropa interior que protagoniza, habla sobre la relación con su cuerpo, el pudor y los prejuicios de la exposición, y la pasión.
¿Qué cuesta más: desnudar el cuerpo o la intimidad? "Yo no encuentro contradicción. Mi vocación, mi trabajo, van de la mano con mis valores, con quien soy como mujer", dice Isabel Macedo (40).
-¿A dónde van tu locuacidad y ese brillante sentido del humor cuando se activa el REC? ¿Esta fobia es un ítem de diván?
-No se trata de fobia. Considero que por momentos, al estar tan expuesta se dicen, sin querer y sin saber, muchas cosas incorrectas. Y como eso me daña mucho, tan celosa de mi intimidad como soy, prefiero preservarla. Sí, soy un tanto traumada por las entrevistas. Me siento muy incómoda hablando sobre mi vida personal.
-A una edad en que muchas comienzan a taparse, vos estás más segura. ¿La crisis de los 40 es sólo marketing?
-Estoy viviendo la mejor etapa de mi vida. Aprendí tanto en estos años. Me pasó de todo: sufrí mucho, lloré a mares y aprendí del dolor más profundo. El tiempo me dio herramientas para sentirme una mujer feliz: muy responsable de todo lo que hago y con la necesidad de reírme mucho. Sí, hoy elijo la risa.
-Aun así, no hay quien no sienta escozor por el paso del tiempo.
-Soy una eterna adolescente: ésa es mi actitud. Puedo correr el foco del futuro y ponerlo en disfrutar hoy, en viajar, en estudiar, en conocer gente nueva e interesante. Para mí, la vida siempre está comenzando. No la secciono en etapas ni en edades. Soy presentista. Mido lo tangible, porque eso es lo verdadero. No me invento cosas ni pienso en lo que no hay. Mi energía está puesta en lo que tengo. Lo hablé mucho con mi psicóloga. "¡No sé proyectar!", le decía. Y ella respondía: "Gracias a Dios, Isabel. Lo que te pasa es fascinante". Soy así desde chiquita. A los diez años, mamá me preguntaba: "¿Qué querés comer esta noche?". Yo le contestaba: "No sé. Son las cinco de la tarde. Ahora disfrutemos del té. Esta noche voy a decirte si tengo hambre".
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-¿Qué gran lección sacaste en cuatro décadas?
-Que es posible, conscientemente, no volver a cometer viejos errores. Y eso es un gran regalo. Por eso, cuando me preguntan si me preocupa el paso del tiempo, no lo asocio al deterioro físico, sino a la experiencia. ¿Cómo voy a temerle, si el tiempo me enseñó tanto? Me convirtió en la mujer feliz que soy ahora, satisfecha con el camino recorrido. Hoy puedo mirarme al espejo y decir: "Bien, está muy bien, Isabel". Por lo único que regresaría a los 30 es para tener a mi papá (NdR: El "Tata", fallecido en 2014).
Piensa su cuerpo como herramienta, al que desnuda "si lo que cuenta el personaje que interpreto lo requiere". Sobre obsesiones y cuidados es directa: "¡Soy un desastre! No hice ejercicio en cuatro décadas y rara vez me arreglé demasiado. Lo físico no tiene importancia. Cómo te expresás, cómo te movés y qué decís habla mucho más de una que la propia imagen. Yo priorizo estar bien alimentada, sentirme sana, no sólo por lo que ingiero, sino también con quiénes me rodeo".