Todo tiene su contracara, pero muchas veces no trasciende. La imagen que proyectan los famosos para las cámaras y en las redes sociales no siempre es un fiel reflejo de las batallas interiores que libran cada día. Nadie podría imaginar con ver a la sonriente diosa de Ailén Bechara que pasó por días oscuro y que tuvo que hacerle frente a una gran depresión.
La joven llegó con sus sueños a Buenos Aires desde Darregueira y comenzó a estudiar Ciencias Políticas, pero luego se hizo popular como una de las azafatas del programa de Guido Kaczka, luego de semejante exposición se ganó un lugar en el Bailando, pero mientras su fama crecía, Bechara lidiaba con sus propias inseguridades: "La vida me sorprendió para bien y me ha dado más de lo que soñé. Estoy eternamente agradecía a Dios, siempre. Soy muy insegura con mi cuerpo, mi peor enemigo es el espejo. No soy una flacucha. Siempre tuve complejos. Estuve bastante complicada con el tema de la comida. De chiquitita, muchos. Pasé por todas las cosas: no comía y pesaba 48 kilos, o me comía todo. Bulímica nunca fui, pero fui de tener problemas alimenticios, sí. Estoy tratando de aceptarme a mí frente al espejo. Hoy tengo 27 años, me siento bien plantada y puedo decir que me miro al espejo y digo: 'Loca, es lo que hay, ya está'. Trato de comer sano. Pero pasé por un millón de nutricionistas, por un montón de tratamientos, por un montón de mentiras, por un montón de todo. Por médicos truchos que te prometen adelgazar con la píldora mágica. He gastado mucha plata. Tomé unas que no sabía lo que tenían, pero calmaban la ansiedad, y al segundo mes me aumentaron la dosis y quedé tirada en una cama", expresó.
Y continuó: "Yo trabajaba con Guido y no podía salir de la cama porque me agarraba depresión. Lloraba, lloraba y lloraba, y la llamaba a mi mamá. Me acuerdo de que mi vieja, preocupadísima en Darregueira, llamaba a la producción de Guido y les decía que me dolía la panza, que me dolía la cabeza. Siempre una excusa, pero era eso, que me estaba matando. Obviamente me di cuenta, tiré todo al tacho de basura y nunca más. Las dejé de un día para el otro, enloquecí y me dije: 'Es esto que me está matando', y las tiré. No me olvido más. Este médico después, de hecho, lo busqué y había sido denunciado en un noticiero. He pasado por un montón de cosas, es algo que ha traumado mi vida. Hoy ya está, me acepto como soy", confesó Ailén.