En un jueces verdaderamente convulsionado por el despido de Carlos Bianchi en Boca, debía llevarse a adelante la culminación de una cuarta jornada de Primera División que se fue programando a los tumbos (se iban a suspender los partidos de este jueves por el paro nacional, luego se agregaron a la postergación los del miércoles, para luego dar marcha atrás y determinar que se jugaría como se programó inicialmente). Así las cosas, el telón debía ser bajado en el Sur con un compromiso entre dos elencos que buscaban conseguir su primera alegría para comenzar a despegar del fondo: Quilmes y el aún resacado San Lorenzo que no lograba dejar de lado la euforia por la obtención de la Copa Libertadores para volver a su eje.
Y apenas iniciado el encuentro todo parecía indicar que se prolongaría un poco más el obnubilado presente del Ciclón, ya que fue el local quien salió mucho más encendido y profundo al campo de juego. Con algunos vanos intentos de Hipperdinger y Alegre, el Cervecero merodeaba con real peligro el área defendida por Sebastián Torrico. Mientras tanto, los de Boedo habían logrado aproximarse tan sólo una vez con un desborde de Héctor Villalba, que derivó un inquietante centro que nadie llegó para empujar.
Fue en ese instante que la visita advirtió por dónde estaba la solución: la banda izquierda. Sin embargo, cambió al intérprete y fue Gonzalo Verón quien se encargó de enloquecer al local con su constante velocidad y desequilibrio (convirtiendo a Scifo en su habitual víctima). Hasta que a los 22 minutos, cuando todavía sufría un poco más de lo que emparejaba el duelo, consiguió su premio cuando 'Tito' capitalizó uno de esos desbordes y de cabeza abrió el marcador.
De allí en más se allanaría el camino para un San Lorenzo que comenzó a justificar su victoria a base de la descollante actuación de Verón. Por la banda izquierda, la visita transformó el duelo en un monólogo azulgrana y fue antes del cierre de la primera etapa, a los 40 minutos, cuando hubo recompensa para el jugador más enchufado. Sí, Verón sacó un violento zapatazo para estampar el 2-0 con el que los suyos se irían mucho más relajados al descanso.
Ante la falta de respuesta de sus dirigidos, Quattrochi decidió meter mano en el equipo en busca de reacción y mandó a la cancha a Miguel Montaño. Y vaya si le resultó, el colombiano le cambió rotundamente la cara a un Quilmes que arremetió en entrada en busca del rápido descuento. Fue precisamente el recién ingresado quien tuvo dos inmejorables ocasiones de lograrlo apenas a los cinco minutos.
Sin embargo, el local no lograba capitalizar ese frenético inicio y la visita lo incomodaba aprovechando alguna que otra contra en la que el rival quedaba notoriamente desbalanceado y mal parado. Aunque el Cervecero fue otro en el complemento y siempre tuvo el arco de enfrente entre 'ceja y ceja', a medida que corrían los minutos y no conseguía su premio iba decayendo paralelamente el ánimo y ritmo con que atacaba.
Así fue que San Lorenzo terminó controlando el tramo final del encuentro a base de solidez y ya sin el desequilibrio que supo generar en la primera mitad. Cuando parecía que el duelo ya se esfumaba y que no había tiempo para nada más, sí lo hubo. Ya en tiempo cumplido, Walter Benítez parece derribar a Nicolás Blandi dentro del área y Luis Álvarez no duda en sancionar una polémica pena máxima. Quién otro sino Néstor Ortigoza para cambiar el penal por gol, sentenciar el 3-0 final y devolverle la alegría a un 'Ciclón' que ganó por primera vez en el torneo doméstico y recuperó la memoria del campeón.