No pudo ser, Central. Se escapó en la última, cuando las semifinales asomaban en la esquina. Ya en tiempo de descuento, llegó el tercero de Atlético Nacional, el del 3-1, el de la clasificación. El final, además, tuvo el carácter de un nuevo desenlace hostil en el Atanasio Girardot. Fue otro partido arduo (como el de los octavos ante Huracán), con cuatro expulsados, con piernas fuertes, con escándalo en la despedida de los equipos.
El verdolaga -como le dicen a Atlético en su tierra- tuvo una capacidad que se valora muchísimo en este tipo de partidos o instancias parejas: golpeó en momentos decisivos. Al final de cada tiempo y al principio del segundo. Goles que influyen en el resultado -por supuesto- pero también en el ánimo propio y el ajeno. Ahora, el campeón de Colombia enfrentará a San Pablo en semifinales.
Fue bravo Central, de todos modos. Y lo demostró de entrada. Arrancó sin inhibiciones en el Atanasio Girardot. Se animó y tuvo un pronto premio: a los 8 minutos una torpeza de Jonathan Copete le permitió tener la chance inmejorable de un penal. Fue Marco Ruben y lo cambió por gol. Uno a cero, con gol de visitante incluido.
Atlético hizo lo único que podía: ir a buscar a riesgo de dejar espacios. Incluso hizo un cambio que sirvió de testimonio: delantero (Orlando Berrío) por volante de marca (Sebastián Pérez). Insitió, trató de desbordar a Central, probó con centros. Le costó siempre. Pero cuando parecía que se iba al descanso vacío y golpeado, ya en tiempo de descuento encontró un gol (Macnelly Torres definió tras un centro de Berrío) y un impulso para el segundo tiempo.
Tiene una virtud grande Atlético Nacional: transforma errores ajenos en goles propios. Lo sufrió Central. A los cinco minutos del complemento, Alejandro Donatti pifió un rechazo, Berrío estaba atento, asistió a Alejandro Guerra y el venezolano definió ante Sebastián Sosa. Dos a uno. Un escenario nuevo por delante.
A partir de entonces el partido se comenzó a jugar casi invariablemente de un lado de la cancha: cerca del arco del Sosa. El equipo paisa incluyó cinco delanteros, sumó a los laterales, atacó por las bandas y por el centro, pateó de afuera. Le faltó claridad en los últimos metros, adentro del área. Pero siguió yendo. Incluso cuando parecía imposible. Central -a contracara de su versión más conocida y frecuente- se defendió con casi todo su equipo en su campo propio, con 9 o 10 futbolistas siempre detrás de la línea de la pelota.
Aguantó incluso hasta el cuarto minuto de descuento. Pero el tiro del final (justo después de desperdiciar una chance increíble entre Cervi y Ruben) le salió a Berrío. Para el 3-1. Para que Central se quedara sin nada. Apenas con escándalo. Apenas con el dolor de la derrota.