El revuelo que generó sus problemas fiscales llevó al portugués a realizar una reunión en la casa de Jorge Mendes, su representante, en mayo del 2017. Allí, CR7 se juntó con su grupo de confianza para saber quién era el culplable de que él esté viviendo esta situación.
"Dije que no quería riesgos. No tengo estudios. Lo único que he hecho en mi vida es jugar al fútbol, pero no soy tonto y no me fío de nadie. Por eso cuando contrato a un asesor siempre le pago el 30% más de lo que pide, porque no quiero problemas", aseguró el portugués en aquella charla, en la que su abogado Carlos Osorio se rensabilizó de los problemas.
Meses después, Cristiano asumió que debía pagar una cifra millonaria a Hacienda y pretendía que Real Madrid le renovara el contrato teniendo en cuenta los pagos que debía realizar, algo que hizo Barcelona con Lionel Messi. Sin embargo, nada de esto sucedió. La dirigencia merengue se mantuvo al margen de esta situación y Ronaldo lo tomó como una traición.
No solamente era esto lo que lo tenía enfadado: también consideraba un agravio ser visto siempre como el segundo mejor jugador de la historia por detrás de Alfredo Di Stéfano. "Siempre me ponen por detrás de Di Stéfano. Ya no sé qué más tengo que hacer", reclamaba el jugador.
Y, finalmente, la gota que rebalsó el vaso fue la renovación de Leo, que pasó a ganar el doble que él, sumada a la llegada de Neymar al PSG. Allí se transformó en el tercer jugador mejor pago del mundo y estalló: "Es una falta de respeto que yo, el Balón de Oro, gane menos que Messi y Neymar. No es dinero, es estatus, respeto".
Así, fastidioso, comenzó a preparar su salida. Y, si bien le llegó una oferta del Milan que analizó, prefirió desembarcar en Juventus y arrancar un nuevo desafío en su carrera.