El tenista balcánico superó este domingo al griego Stefanos Tsitsipas en la final y volvió a consagrarse en Melbourne a un año de su deportación del país oceánico por la negativa a vacunarse contra el Covid-19.
"Este ha sido uno de los torneos más desafiantes que he jugado en mi vida considerando las circunstancias: no jugar el año pasado y volver este año", reflexionó el serbio durante la ceremonia de premiación en el Rod Laver Arena.
"Probablemente sea la mayor victoria de mi vida. Quiero agradecer a todo el mundo que me hizo sentir bienvenido", declaró al recibir el trofeo con una campera que llevaba impreso el número 22.
Djokovic, de 35 años, totaliza esa cantidad de Grand Slam con 10 estrellas del Abierto de Australia, 7 de Wimbledon, 3 de US Open y 2 de Roland Garros.
Tras consumar la victoria en tres sets, Djokovic miró hacia las gradas, llevó un dedo índice a la sien y apoyó una palma sobre su corazón. También se besó la mano y tocó el suelo australiano que lo tiene como rey absoluto.
Inmediatamente trepó la pared de la tribuna y llegó hasta el sector donde estaba el staff y su familia ante quienes se desplomó de la emoción. El mal recuerdo de 2022, la lesión que puso en duda este año su participación y el último episodio de su padre, ausente hoy tras su presencia en una marcha de apoyo a Rusia por el conflicto bélico con Ucrania, lo sensibilizaron.
El serbio, que continuó a puro llanto en su box antes de la premiación, dejó finalmente una enseñanza durante su discurso: "No dejen que nadie les arrebate los sueños, todo es posible".