Estaba casi todo el cuerpo técnico en la cancha ese día. Walter Samuel fue titular, Pablo Aimar reemplazó a Tevez en el segundo tiempo y Lionel Scaloni se mantuvo en el banco de suplentes. Faltó Roberto Ayala porque se recuperaba de una rotura del menisco externo de la rodilla derecha. Y ellos dos, por primera vez cara a cara, Lionel Messi con 18 años y Luka Modric, con 20 años.
Ambos, titulares. Messi con el número 19, cerca de Esteban Cambiasso y Juan Román Riquelme en la cancha. Modric con la 14 en la espalda, pegado al capitán Nico Kovac. No podían imaginarse la cantidad de capítulos que escribirían como adversarios. No podían imaginarse, aquella tarde en el estadio St. Jakob-Park, de Basilea, que 16 años más tarde volverían a cruzarse en Doha en uno de los partidos más importantes de sus carreras. Ya símbolos de sus naciones.
Esta tarde se tratará del duelo número 27 entre ellos. Pero el del 1° de marzo de 2006 guardará por siempre un simbolismo único. Ambos equipos transitaban la recta final hacia la Copa del Mundo de Alemania, y para Modric fue el debut en su selección. La primera oportunidad para convencer al entrenador Zlatko Kranjcar, algo que iba a lograr porque se ganaría un lugar en el Mundial.
Entonces era futbolista de Gradanski Nogometni Klub Dinamo, luego llegaría Tottenham y mucho después Real Madrid. ¿Messi convirtió 95 goles en la selección? El primero se lo hizo a Croacia, en esa fecha. Una maniobra que se volvería sello registrado: slalom hacia adentro de derecha a izquierda hasta encontrar el hueco para abrir el zurdazo al palo más lejano. Lo repetiría decenas de veces: siempre indescifrable e implacable.
Recién era el sexto encuentro de Messi en la selección, el tercero como titular, pero desparramaba autoridad para jugar. Messi marcó el 2-1 parcial y Croacia ganó 3 a 2, casi en el descuento. La preocupación para Messi aparecería apenas una semana después, con un desgarro en el bíceps femoral derecho que prácticamente terminaría con su temporada -le quitó la final de la Champions ante Arsenal- y le iba a impedir desembarcar en plenitud en Alemania.
De aquel partido (Ponzio fue el número 4 y Demichelis el 5, en la Argentina), ya nadie juega en sus selecciones. Sólo ellos. Crecieron, ahora portan la 10 y hace años que son los capitanes. Desde aquella tarde en Basilea, Messi se convertiría en leyenda y atraparía siete veces el Balón de Oro, único. Y la dimensión de Modric se encuentra, también, en que se convirtió en la pieza que interrumpió la secuencia de reparto de balones entre Messi y Cristiano Ronaldo: después de diez años consecutivos del duopolio, Modric alzó la distinción en 2018.
A la temporada siguiente, Messi recibió otro Balón de manos de Modric. "Enhorabuena, te lo mereces", lo felicitó el croata. En su Twitter, minutos más tarde, agregó: "El deporte y el fútbol no sólo se tratan de ganar, sino también de respetar a tus compañeros y rivales". Buena síntesis.
Modric tiene ventaja en los enfrentamientos. Incluso se impuso en las dos oportunidades que se midieron con sus selecciones (Rusia 2018, la última, la antesala del descalabro). En los 'mano a mano' Barcelona-Real Madrid también está arriba el croata, incluso con victorias en tres finales por la Supercopa de España 2013 y 2018, la Copa del Rey 2014. No significa nada, se sabe, cada encuentro es otro capítulo. Siempre con respeto.
"Leo es muy grande, es el mejor jugador de ellos, y vamos a tener muchas dificultades para pararlo", lo ha elogiado por estas horas Luka. Probablemente se trate del Mundial de la despedida para ambos. Por eso, también, comparten la misma búsqueda con obsesión: los dos fueron subcampeones del mundo, en Brasil 2014 y en Rusia 2018. Paradójicamente, a los dos la FIFA los premió como los mejores de esas Copas. Messi y Modric ya no quieren premios consuelo.