Mientras el martes el equipo de Gallardo hacía todo lo futbolísticamente posible para dar vuelta la serie contra Atlético Tucumán, a 15 cuadras de allí se estaba jugando otro encuentro más importante para la vida del club. En la Unidad Norte de la Justicia porteña de Cabildo al 3000, el fiscal Norberto Brotto analizaba las indagatorias de los barras de River y de los empleados y directivos acusados de favorecer la formación e instigar a cometer delitos a Los Borrachos del Tablón. La causa se abrió el 23 de noviembre pasado, cuando en un allanamiento a la casa del jefe de la Barra, Héctor Guillermo Godoy, alias Caverna, se secuestraron dinero y bienes por más de 11 millones de pesos, 300 tickets para la final de la Copa Libertadores que debía jugarse al día siguiente y más de cinco bolsones gigantes con indumentaria oficial del club que se ponía a la venta en forma clandestina. Eso motivó una serie de procedimientos y el accionar judicial con el análisis de las pruebas, a las que accedió en exclusiva Infobae. Y las conclusiones son sorprendentes.
Según la investigación de la fiscalía número dos porteña, hubo 22.000 entradas que en vez de ir a boleterías, River destinó a protocolo y a la reventa. Y dado que el protocolo, aún en los cálculos más optimistas de la Justicia, no podía pasar de 6.000 tickets, quedaron 16.000 para el circuito ilegal. Teniendo en cuenta que según escuchas a los barras el valor promedio al que se revendía cada ubicación era de 5000 pesos, la cifra recaudada sería de 80 millones. Sí, dos millones al valor que tenía el dólar por entonces. Una cifra exorbitante.
Para el fiscal, River utilizaba una doble impresora: en una salían los tickets que iban al sistema oficial y en el otro, las de protocolo, venta interna (a la que accedían empleados y filiales, por ejemplo) y las que iban a la Barra. Y había un listado prefijado en el departamento de socios y de ticketing que mostraba a quién había que hacerle sí o sí esas entradas. El equipo de Delitos Complejos del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad analizó 2850 entradas y encontró increíbles irregularidades que permitían que funcionara a voluntad el negocio de la reventa.
Por ejemplo, cientos de tickets estaban hechos a nombres de socios del club que viven en provincias alejadas del Interior. Contactados por vía telefónica, la mayoría negó haber sacado entradas por el sistema Somos River o Tu Lugar en el Monumental, que es donde el club vende las localidades. Es decir, se usaban sus identidades para imprimir entradas que iban a reventa. Pero esto es un juego de chicos si se ven otras estrategias: por ejemplo, había tickets nominados en favor de socios fallecidos hace muchos años y de otros que hoy tendrían entre 97 y 105 años, lo que convertiría a la Millonaria en la hinchada más longeva del mundo. Esta irregularidad también se está investigando en el juzgado de Instrucción 24 de la doctora Fabiana Palmaghini. Allí River admitió que el padrón no se había depurado y por eso, involuntariamente, algún pícaro podía sacar entradas de personas muertas.
Pero hay más: por ejemplo, la Justicia encontró tickets a nombre de Agustín Cattaneo. Esto no sería peculiar salvo que Cattaneo es un jugador del Ascenso, que en la última temporada militó en Olimpo de Bahía Blanca y que en varias oportunidades, el mismo día en que según los registros debía estar viendo al equipo de Gallardo en el Monumental, estaba jugando para su club por la B Nacional. También se encontraron muchas entradas duplicadas donde una persona sacaba decenas con distintos nombres pero con un mismo documento nacional de identidad, y el sistema informático insólitamente las validaba. Además, para no dejar huellas de la operación, estos tickets eran pagados en efectivo en el club sin utilizar tarjetas de crédito.
En el informe pormenorizado de la Justicia, que consta de más de 90 páginas, hay hasta operaciones de cambio de sexo. Por ejemplo, Leandro Ferraras, uno de los capos de la facción de Beccar, una de las más numerosas y violentas de Los Borrachos del Tablón, para no ser detectado por el derecho de admisión ingresaba con tickets que correspondían a una mujer de nombre de pila Jessie (su apellido en la causa comienza con P). Esta modalidad resultaba muy usual: utilizaban sus nombres reales pero con DNI femeninos y cuando pasaban por el programa Tribuna Segura, esos documentos que se chequeaban no registraban impedimentos para el ingreso. Sólo tiraba luz verde o luz roja, sin identificar sexo. Para esto, la Justicia cree que no sólo debería haber complicidad del club sino también de algún oficial de la policía. De hecho, hay uno con un cargo bastante relevante que está imputado en la causa como encubridor.
Ante todo este cuerpo probatorio, los primeros en sentarse ante el doctor Brotto fueron Caverna Godoy y su secuaz, José Uequin, alias Bolsa de Papa. El primero se negó a declarar y pidió que le sean restituidos algunos efectos personales que le secuestraron en el allanamiento, como la mochila de su hijo y dos tablets. Pero no requirió ni la plata incautada ni toda la mercadería oficial de River que había en su casa. Se presume, claro, que no lo hizo porque le es imposible justificarlo. Ah, Godoy dijo ser changarín y hacer trabajos ocasionales de pintura. Parece poco para vivir como millonario. Uequín, por su parte, presentó un escrito negando ser cómplice de la maniobra pero no aceptó preguntas.
Esta última estrategia también fue utilizada por los empleados y directivos de River que debieron pasar por la indagatoria, aunque el fiscal no citó a nadie de rango superior. Por su despacho desfilaron los responsables de socios y ticketing, boletería y el gerente general del club. La cúpula de la institución por ahora se mantiene a salvo, aunque Brotto le dijo a Infobae que podría citarla a la brevedad.
"Ya hice el análisis de las pruebas y para mí River financió a la Barra. Y lo voy a demostrar. Es imposible que semejante operatoria se pueda llevar adelante sin el conocimiento de la comisión directiva. Estamos hablando de más de 20.000 socios defraudados en la final. Tengo entradas fraguadas, innominadas, venta interna indiscriminada, protocolo a más no poder, gente con cambio de sexo o documento. Es todo de una desprolijidad que asombra. Tengo tres meses ahora para requerir la elevación a juicio. Y voy a ir por todo", señaló. El delito que se les achaca a los empleados y directivos de River que se encuentren implicados contempla penas de hasta seis años de prisión.
Ante este panorama, Infobae habló con una de las máximas autoridades de la institución. Quien reconoció que había muchas fallas en el sistema informático que permitía maniobras espurias, aunque en el club se sienten víctimas y no cómplices de la situación. "Es cierto que la plataforma Somos River tenía muy pocos controles y eso favorecía que cualquiera adquiriera una entrada sin demostrar si era esa persona. Fue una solución momentánea que se pensó para todos aquellos que querían ir a la cancha y no eran socios plenos del club. Se hizo muy masivo y se perdió el control. De hecho, le dejaba a la institución 100 millones de pesos por año. Pero no se inventó con esa función, sino que la Barra encontró la falla y la aprovechó. Pero desde este año nada de eso existe: anulamos la venta interna, el protocolo está en el mínimo histórico y todo nominado y ahora para sacar entrada hay que validar el documento con un número de trámite que sólo existe en el Renaper. Así que es casi inviolable. River es hoy el único club que no tiene Barra en su cancha, por algo siempre dejan el hueco en la tribuna. Y si el Gobierno, éste y el que lo suceda, acompañan, la batalla la vamos a ganar porque el club está decidido a desterrar este flagelo. Esperemos que eso se valore en la Justicia, que se tome en cuenta que el Monumental es hoy zona libre de barras".
Claro que todo esto sucedió después de aquella vergonzante tarde de noviembre de 2018. Y a River se lo juzga por su actuación hasta entonces. El fiscal está convencido de que existía una alianza entre la CD y Los Borrachos del Tablón. Y dice estar en condiciones de demostrarlo. Por lo pronto, supone que en un solo partido, la Barra facturó dos millones de dólares. Una cifra impactante que explica en buena parte por qué no se termina el negocio de la violencia en el fútbol.