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Independiente venció a Tigre y quedó a dos de River con un golazo olímpico de Federico Mancuello

El Rojo le ganó 3 a 1 al Matador con dos tantos de Juan Martín Lucero y uno de Mancuello, igualó transitoriamente Pablo Vitti. El dueño de casa quedó a dos unidades del líder y le mete presión para el cotejo que jugará mañana ante Rafaela.

25 de Octubre de 2014
Lucero abrió la cuenta en Avellaneda.
Lucero abrió la cuenta en Avellaneda. Foto 1 de 4
Lucero abrió la cuenta en Avellaneda.
Lucero abrió la cuenta en Avellaneda. Foto 2 de 4
El Rojo se puso a dos unidades de River.
El Rojo se puso a dos unidades de River. Foto 3 de 4
El Rojo se puso a dos unidades de River.
El Rojo se puso a dos unidades de River. Foto 4 de 4

Independiente ratificó su excelente momento, superó a Tigre con claridad por 3 a 1 y se puso, momentáneamente, a dos de River. Lucero, en dos oportundiades, y Mancuello, con gol olímpico, marcaron para el local. Vitti había anotado el empate parcial. Delirio en Avellaneda.

 

El Rojo derrotó con claridad al Matador y ratificó su excelente presente. Sumó su quinto partido sin perder (tercera victoria) y se puso, momentáneamente, a dos puntos del líder River. Pero lo mejor de todo es que, por momentos, mostró pasajes de gran fútbol.

 

El equipo de Almirón arrancó en llamas y rápidamente se puso en ventaja con tanto de Lucero al minuto de juego (centro de Pizzini). A partir de ahí se adueñó del trámite. Para siempre. Y a pesar de que en un momento se le puso negra (gol mal anulado a Luna y empate parcial de Vitti a los 39'), jamás perdió ni la paciencia ni la convicción ofensiva. Siempre tuvo el trámite bajo su control. De hecho, parte de sus mejores ráfagas se vieron justo cuando recibió el tanto en contra. Tal vez por eso no sorprendió mucho que se haya ido al entretiempo nuevamente arriba, tras otro tanto de Lucero (47'): su superioridad era irrefutable.

 

Tras el descanso, el Rojo no aflojó. Siguió apostando a su estilo vertical, con Montenegro como eje y el circuito ofensivo bien aceitado en cuanto a velocidad y solidaridad. Era una fiesta. Pero faltaba la frutilla del postre. Y la frutilla del postre no podía colocarla otro que no fuera Mancuello, el alma de este equipo. El volante finalmente pudo lograr su tan ansiado gol olímpico (lo buscaba hace partidos), con la complicidad de los rivales, y cerró la persiana. Quedaban 35 minutos, aunque, en realidad, ya estaba todo resuelto. Sólo quedó tiempo para ver un par de toqueteos más del local y para que los hinchas deliraran. Independiente está de fiesta. Lo merece. Está en un brillante momento.

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