Ayrton Senna, quien en vida ya era una leyenda, pasó a la inmortalidad: en un accidentado Gran Premio de San Marino, el brasileño chocó a alta velocidad y falleció a causa de las heridas. Transcurría la sexta vuelta en el circuito de Imola. Después de la entrada de un auto de seguridad, y con las gomas aún frías, los pilotos volvieron a pisar el acelerador a fondo. Senna, como de costumbre, lideraba al resto. Tras la última chicana, pasó por boxes y entró en el séptimo giro, el último que haría: en la segunda curva, llamada Tamburello, el brasileño no pudo doblar e impactó de lleno contra la pared de concreto, a unos 310 km/h.
La fuerte piña rompió todo el lateral derecho del monoplaza. Y apenas se generó el contacto, la rueda delantera derecha se desprendió y algún componente (se estima que fue la barra de dirección) le dio en la cabeza al piloto, perforándole el casco y provocándole fracturas en el cráneo. Los auxiliares y médicos socorrieron a Senna rápidamente, pero les costó sacarlo del auto y tardaron entre cuatro y cinco minutos. Murió en el acto. Tenía 34 años.
Sorpresivamente, la carrera siguió. Hubo ganador (Michael Schumacher), podio y champagne, pero claro que nadie lo derramó. Martin Brundle, quien corrió aquel Gran Premio, incluso dijo: "Para mi horror y disgusto, corrimos 55 vueltas pasando por una pileta de sangre de Senna".
El fallecimiento del aguerrido Senna nunca tuvo una resolución. ¿Fue un fallo mecánico, error del piloto? Jamás se comprobó. Sí se sabe de las múltiples quejas que el tricampeón mundial tenía para con el auto, un Williams al que consideraba "inestable".
Ese mismo fin de semana, que pasó a la historia como el más triste de la Fórmula 1, comenzó con otra tragedia. Un día antes de la muerte del brasileño, falleció el austríaco Roland Ratzenberg, en un episodio similar, en el que su Simtek Ford se estrelló de frente contra el muro de la curva Villenueve, la que sigue a la Tamburello. Y el viernes, en las prácticas, Rubens Barrichello había sufrido un accidente gravísimo, que por suerte no tuvo las mismas consecuencias. Años más tarde, Rubinho declaró: "Morí durante seis minutos, me apagué totalmente en el acto".
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En Brasil recibieron el cuerpo de Senna como se merecía: con una caravana de un millón de personas, entre las que estaban Alain Prost, Jackie Stewart y otras figuras en San Pablo. Además, se decretaron tres días de luto.
De todos modos, su muerte no fue en vano, y le abrió los ojos al automovilismo mundial sobre la importancia de la seguridad. El HANS, dispositivo que previene los latigazos del cuello a la hora de un accidente, se volvió una norma. La curva letal de Tamburello, que previo a la fatalidad ya estaba siendo cuestionada, se reemplazó por una chicana. También, la posición de los pilotos en los autos cambió, llevándolos más al piso para no quedar expuestos, entre tantas modificaciones.
Senna, que llegó al récord de 41 victorias (luego, roto por Michael Schumacher), acumuló 8o podios y ganó tres títulos de Fórmula 1 (88, 90 y 91), todos con McLaren, es referencia de velocidad e idolatría de los fierreros del mundo. Ayer, hoy y siempre.