Edinson Cavani salió al campo de juego boquense a las 19.18 horas ataviado con ropa de jugador, pantalón corto, media y botines, más una campera auriazul sobre la camiseta.
Apenas fue presentado estalló el tradicional "uruguayo, uruguayo" desde la abigarrada multitud que colmó las graderías de la Bombonera.
"Estoy feliz por mi familia y por mi, que desde que era chico tenía el deseo de estar acá. Se dio todo en estos últimos días y quería llegar lo antes posible para juntarme con mis compañeros ante la inmediatez del comienzo de los octavos de final de la Libertadores", sostuvo, mientras los hinchas pedían justamente por la "séptima".
"Es un orgullo llevar ese número 10 en la camiseta y la defenderé con todo mi corazón", destacó, desatando una nueva ovación.
Y acto seguido el conductor del acto, Leo Montero, le hizo sacar el buzo para que luciera justamente esa camiseta con el número 10 y luego caminaron juntos hacia el alambrado donde alguna vez se trepó su compatriota Sergio "Manteca" Martínez tras convertirle un gol a River Plate en un superclásico.
Justamente allí lo esperaba "Manteca" Martínez, a quien le entregó esa camiseta, y luego ambos saltaron juntos ante la hinchada y Cavani empezó a revolearla como si fuera un aficionado más.
Posteriormente le entregaron cuatro pelotas que fue lanzando hacia las gradas con derechazos que los hinchas anhelan que en vez de ser ellos los receptores sean las redes rivales.
Y el final del recorrido ante los hinchas lo reencontró con su familia, que ya lo había recibido cuando pisó por primera vez la Bombonera. Su esposa María Soledad Cabris y sus cuatro hijos, todos vestidos con los colores "xeneizes" e inclusive entonaron el clásico "Dale Booca, dale Booca...".
Y las últimas palabras de su primer día como boquense fueron de agradecimiento para esos 30.000 hinchas por haberlo recibido "con tanto cariño", y los prometió "dejar todo" para devolverles ese afecto.
Cavani ya es jugador de Boca, algo que parecía muy lejano a partir de la realidad del fútbol argentino. Pero Juan Román Riquelme y compañía lo hicieron posible. Ahora, rápidamente, llegará como siempre la hora de la verdad, que no es otra cosa que los "mata-mata" de Copa Libertadores. Y entonces se verá si esa idolatría abstracta de hoy se vuelve palpable mañana.