El pueblo lo lleva en la sangre porque pertenece a él. Campechano, sencillo, de sonrisa pura y espontaneidad, Nicolás Reniero, oriundo de Villa del Rosario, su cuna de Entre Ríos, ahora habita en una casa de General Rodríguez, ciudad que se encuentra a unos 58 kilómetros de la Capital. "Me fui para allá porque quería tranquilidad", cuenta el hombre que, a los 11 años, vivió una experiencia en la Masía, escuela de talentos del Barcelona de la que surgió, por ejemplo, Lionel Messi. Pero esa calma que siempre persiguió la perdió durante un tiempo, cuando cada día le parecía eterno en el CEFAR (Centro de Entrenamiento para Futbolistas de Alto Rendimiento) y se hartó de extrañar a su familia. Hacia ella regresó, a los 13 años, cansado de los sacrificios detrás del fútbol profesional. Aunque nunca se le apagó esa llama interna. Faltaba que alguien lo convenciera de volver a la dirección rumbo a lo que antes había soñado. Ese alguien fue su papá. Y el día llegó para aquel gurí que hoy agradece no haberse rendido. Esta es la historia del autor de los goles de Racing en los últimos dos partidos. De quien anotó el tanto del triunfo justo ante Huracán tras su paso por San Lorenzo. Del que le mete presión a Coudet para ser titular.
<b>-¿Fue especial convertirle al Huracán?</b>
-No pienso en eso. El gol sirvió para que Racing ganara. Es lo que más disfruto ahora.
<b>-Previo a tus festejos estuviste varias fechas sin entrar. ¿Cómo lo viviste?</b>
-Con tranquilidad. Porque hay tiempos para adaptarse, para entrenarse bien. Hay que estar preparado para cuando te toca. Yo sabía que mi momento me iba a llegar. Estaba seguro. Tengo muchas ganas, sinceramente. Estoy en un club que no dudó de mí. Y yo tampoco dudo de mí. Ahora solamente me queda demostrar, rendirle al equipo.
<b>-¿Cómo fue tu integración al grupo?</b>
-Hubo una evolución. Me noto muy bien adaptado al plantel. Y sobre lo futbolístico, desde un principio, Chacho me pidió movimientos para que encajara en el funcionamiento que tiene el equipo desde hace un tiempo. Me dice cómo retener las pelotas, cómo buscar los espacios...
<b>-Además de tus goles, se te vieron jugadas finas. Ante Patronato metiste un caño y con Huracán tiraste un taco</b>
-Je, son recursos. No lo hago parar sobrar. Me gusta tirar caños y que me los tiren. Es lo lindo del fútbol, ¿no? Me caliento en el momento, pero después pienso: "Está bien, a la gente le gusta eso". Está bueno. Con Patronato amagué a mandar el centro y me quedó la pelota para el caño. No quise perder tiempo. Después le pegué y dio en el travesaño. No voy a dar nombres, pero en el banco lo gritaron antes y me lo mufaron, che. Ja. No quiso entrar.
<b>-¿Cuál fue el mejor caño que te tiraron?</b>
-En la práctica me viven metiendo caños. Yo me cago de risa. "No te voy a decir nada porque fue hermoso", les digo a veces.
<b>-Se nota que te gusta mucho participar del circuito, no sos el clásico 9</b>
-Es que siempre arranqué desde afuera del área. Yo crecí mucho jugando de doble cinco o enganche, casi siempre en San Lorenzo. Después me fueron poniendo de 9. Acá lo lindo es que jugamos con dos puntas y eso me permite retroceder. Está bueno tener libertad de juego también.
<b>-Coudet te pidió con insistencia y Racing pagó 4.000.000 de dólares por vos. ¿Sentís que empezaste a pagar eso?</b>
-Yo sé lo que valgo. Pero me generó mucha. Que en Racing no dudaran de mí cuando, en realidad, en San Lorenzo no venía rindiendo bien. Entonces, vi el convencimiento que había en este club para que yo llegara. El convencimiento da sus frutos. Hoy las cosas se me están dando, espero seguir creciendo.
<b>-¿Es una revancha para vos esto?</b>
-No, no, no. Lo tomo como otra oportunidad en un club grande. Racing me eligió para trabajar juntos, eso lo valoro mucho.
<b>-¿Qué recordás de la Masía?</b>
-Es un poco loco, yo era muy chico. Tenía 11 años. Algo hermoso.
<b>-¿Algunos de tus compañeros de esa época llegaron a ser figura en el Barcelona?</b>
-Pasa que no me acuerdo ni los nombres. Era muy chiquito. Eso sí: cuando yo estaba, había un negro grandote, un 9 que, ¡mamá, lo que jugaba, loco! Si ése no llegó a algún lado. Para mí era ir a jugar ahí y chau. Encima, el día anterior a ir para allá, se me quemó el teléfono. Y no tenía cámara para sacar fotos y quedarme con recuerdos. Tengo unas pocas que me pasaron otros. Las miro y digo: ¡Estuve en la Masía, qué locura! En ese momento yo no era consciente de que estaba en la Masía, de todo lo que eso generaba. Pero lo disfruté muchísimo.
<b>-¿Cómo era tu vida en Entre Ríos?</b>
-Faltaba plata, había pocos recursos en una familia muy numerosa: somos seis hermanos y mis viejos. Pero agradezco que pasaran esas cosas. Porque las necesidades despertaron mis ganas de vivir del fútbol. Fue duro, pero lo tomaba como una preparación. De chiquito estaba convencido de que quería ser futbolista. Cuando laburaba en el aserradero, lo usaba como si fuera un gimnasio. Yo quería llegar a ser profesional.
<b>-¿Y ahora cómo anda la familia?</b>
-Nos faltó mucho y todavía falta. A mí me va bárbaro, pero a la familia le cuesta mucho. No quiero hablar de política. Pero ahora, gracias a Dios, mis viejos no laburan más porque yo los ayudo. Ellos siempre se esforzaron en darles de comer a mis hermanos. Para mí es un orgullo poder ayudarlos.
<b>-¿Además de trabajar en un aserradero, qué otras actividades hacías?</b>
-Allá hay muchas fábricas de cajón y frutas. Casi todo lo que ves acá (Buenos Aires) llega desde mi pueblo. Yo laburaba de todo. A veces, de curioso. Fui albañil, coseché en las quintas, cargué los cajones con frutas, embalaba. Después, abrimos el aserradero con mi viejo y trabajé ahí con él hasta que me vine para Buenos Aires.
<b>-¿Y en ese período ya jugabas?</b>
-Sí, en mi pueblo (en una escuelita de fútbol llamada La Mano de Dios). Después de ser seleccionado para ir a la Masía por un proyecto que se llamaba Barcelona en Argentina, empecé a ir al Mufaron (donde estaba la vieja Candela, el lugar de entrenamiento de Boca). Pero estaba medio acobardado. Llegó un punto en el que no quería jugar más al fútbol, me sentía cansado de estar lejos de mi familia. Me iba a probar a clubes y a veces no hacía nada para quedar. Porque no quería. Fueron tres años durísimos en el CEFAR. Era una rutina. Nos levantábamos 5.30 de la mañana para ir a la escuela, volvíamos, almorzábamos, entrenábamos, merendábamos, hacíamos clases de apoyo, cenábamos y nos acostábamos. No tenía tiempo para nada. Me volví al pueblo, extrañaba mucho a mi familia. Me quería quedar en casa, no quería jugar más, no tenía ganas. Pero mi viejo me insistió y retomé.
<b>-Y ahí apareció San Lorenzo</b>
-Sí, pero antes de eso había estado en Argentinos. Ahí conocí a Hugo Magnani (su descubridor), con quien tengo una relación bárbara al día de hoy. Él se fue a trabajar a San Lorenzo. Yo no quería ir para no dejar a mi familia de nuevo. Había quedado saturado. Pero de más grande arranqué de nuevo lo que siempre me había propuesto. Te juro que agarré los 300 pesos que tenía en el bolsillo por lo que había trabajado. El boleto para Buenos Aires salía 272 pesos. Estaba casi en pelotas, en bolas mal, ja. Pero agarré mis cosas y me vine. "Lo único que necesito es que me vayas a buscar a la práctica y me lleves. Y conseguime una pensión o llevame a vivir con vos", le pedí a Hugo. Al final fui a la pensión de San Lorenzo después de una prueba que tuve con el plantel de Primera. Me salvé porque quedé.
<b>-Volvamos a Racing. ¿Qué encontraste?</b>
-Gente de puta madre en el grupo. Me hacen acordar mucho a mi pueblo. Es gente de pueblo buena, con un sentido de la vida buenísimo. Es contagioso, es algo lindo. La sencillez que tienen todos.
<b>-¿Y a Coudet cómo lo ves? Todo indica que se va en diciembre</b>.
-No tengo idea, te digo la verdad. Eso es muy ajeno a mí. Sé lo que veo en los medios y nada más. Prefiero no hablar de eso.
<b>-Quedaron a apenas un punto de la cima, ¿Qué te hace pensar eso?</b>
-Estamos muy convencidos: queremos el bicampeonato. Y vamos por eso. Hasta el final. En el grupo tenemos muchas ganas de lograrlo, además de decirlo.
El Príncipe (apodado así porque en el pasado lo llamaron Raniero, como el Príncipe de Mónaco) empezó a brillar en Racing.