Martín Demichelis transita los primeros pasos del 2024 ya sin el crédito del entrenador primerizo que aterrizó tras cuatro años en las divisiones menores de Bayern Munich de Alemania. Ahora lo hace con la mochila de un 2023 ambiguo, con dos caras, rendimientos irregulares y altibajos anímicos de un equipo que terminó tan campeón como cuestionado.
River fue campeón de la Liga Profesional con 11 puntos de diferencia sobre el escolta Talleres y se quedó con el Trofeo de Campeones ante Rosario Central en el último partido del año. Le ganó los dos clásicos a Boca en el Monumental y la Bombonera. Derrotó a Independiente y Racing y empató con San Lorenzo. Finalizó primero en la tabla anual con 18 puntos de distancia sobre Talleres. Y fue el equipo que mejor fútbol desplegó en el ámbito local.
Pero, sin embargo, las tempranas eliminaciones en los octavos de final de la Copa Libertadores y en los 16avos de final de Copa Argentina, el conflicto interno entre el plantel y el cuerpo técnico, ciertas declaraciones en conferencia de prensa que confundieron y lecturas de partido, cambios y modificaciones constantes de esquemas y nombres lo depositaron en la situación actual.
"Si dos de ustedes en cinco minutos me han preguntado si estoy cuestionado, es un hecho que está eso instalado", respondió Demichelis después la derrota en semifinales contra Central en la Copa de la Liga.
Por primera vez al entrenador le consultaban por su relación actual con el hincha de River. "No me subí al escalón del éxito cuando habíamos ganado el primer torneo, ni me confundía para perder mis ideales, mi humildad y mis raíces porque sé de dónde vengo. Y tampoco me voy a dejar hundir por el mundo externo. No leo, soy inmensamente feliz y lo seré hasta el último día que sea el entrenador de River", agregó el técnico millonario en aquel entonces.
River ya no es el mismo de julio pasado, cuando fue campeón. Esa es la principal explicación de por qué Demichelis deberá volver a meterse en el bolsillo al fanático. Su equipo perdió volumen, seguridad y confianza.
Aunque sostuvo 20 partidos consecutivos con triunfos en un récord histórico en el Monumental, de visitante mostró debilidades, en los mata-mata pudo ganar solo tres de seis, el plantel de 32 futbolistas terminó siendo un problema sin solución con tan solo una competencia y el DT nunca pudo librarse del tirante desgaste por sus supuestas declaraciones off the récord en reuniones con periodistas entre agosto y septiembre.
La salida del capitán Enzo Pérez, sin saludarlo en Santiago del Estero y sin querer dar explicaciones por su distanciamiento con el técnico, potenció esa ecuación.
Por otro lado, está claro que ese fastidio que se potenció en el cierre del 2023 se debe, en parte, a una vara de exigencia realmente alta que dejó el ciclo más exitoso de la historia del club durante los ocho años y medio de Marcelo Gallardo como entrenador.
Y, además, es una situación que se da más puertas para afuera que puertas para adentro: tanto el presidente Jorge Brito como el vicepresidente Matías Patanian y los secretarios técnicos Enzo Francescoli y Leonardo Ponzio jamás pusieron en duda la continuidad del DT y hasta lo respaldaron públicamente.
Ahora, entre la comisión directiva y el cuerpo técnico trabajan a contrarreloj para contratar un extremo -por la grave lesión de Pity Martínez- y un delantero como prioridades excluyentes, y así completar un plantel que califican como "completo y balanceado" con al menos dos futbolistas por puesto.
Pero, además de la rotura ligamentaria de Pity, la pretemporada en Estados Unidos dejó la lesión de Santiago Simón, quien estará al menos 45 días marginado por una luxofractura del primer metacarpiano en su mano derecha y la preocupación por Manuel Lanzini (molestia en el isquiotibial derecho) y Tobías Leiva (fuerte contusión en la rodilla derecha), quienes tendrán que hacerse estudios en el país.
Esa situación potencia los interrogantes que dejaron los amistosos frente a Monterrey y Pachuca, donde River no pudo transmitir demasiadas sensaciones positivas y se expusieron falencias en la confección del equipo y en el desarrollo del sistema 4-1-3-2.
"Me siento con la total fortaleza y entereza para agarrar el auto, ir al River Camp, pararme enfrente del grupo y hacer entrenamientos. Si me dejo influenciar todo el tiempo por el qué dirán? es difícil trabajar en un lugar donde hay cantidades de opiniones. Somos un país muy pasional con respecto al fútbol y a todos nos gusta de algún modo opinar. Yo hago mis análisis con la gente que tengo que hacerlos. Intento escuchar, pero sigo sintiéndome con fuerzas para lo que viene. Los cuestionamientos no los puedo responder con certeza si los debo afrontar o si los debo escuchar... logramos en siete meses algo que no era fácil como ganar la Liga. Hay que ajustar detalles para ganar, gustar y golear", fueron las últimas palabras de Demichelis sobre el tema.
Días después, al conquistar el Trofeo de Campeones, se explayó: "Yo tengo la tranquilidad de que soy inmensamente feliz en River, de que tengo un grupo dirigencial que en el momento que decidió mi contratación siempre apoyó y me dieron la tranquilidad a la hora de trabajar. Tengo dos fenómenos como Enzo Francescoli y Leo Ponzio, que me apoyan. Jorge (Brito), Matías (Patanian), Nacho Villarruel... todos los dirigentes que hacen de esta institución la mejor de Sudamérica. River exige estar al máximo siempre, estar alerta y trabajar con humildad y armonía".
Martín Demichelis se crió y se formó en River. Vivió en la pensión y trabajó en el club. Debutó en Núñez y saltó a Europa para desarrollar su carrera respetando con su juego el paladar de la institución. No volvió como jugador, pero lo hizo como entrenador para asumir el gran reto de reemplazar a Gallardo.
Logró lo más difícil: no extrañar al Muñeco en los primeros meses. Le ganó a Boca, su equipo brilló, fue campeón y lo ovacionaron. Pero todo cambió. Rápida y categóricamente. Y ahora está en sus manos volver a ser. Todavía tiene material y espalda para hacerlo.
(La Nación)