La previa giró en torno a su ausencia o su presencia. Fue al banco y no pasó inadvertido: todos esperaban su ingreso. Y entró y la rompió. En el medio, hubo un partido. Argentina le ganaba a Panamá sin comodidad ni claridad de ideas en su segunda presentación en la Copa América del Centenario. Pero Lionel Messi, que empezó en el banco por precaución, jugó media hora, brilló y cambió la historia para empequeñecer cualquier duda colectiva. Así, la imagen del 5-0 final será la de una Pulga enorme.
A los seis minutos del primer tiempo, Ángel Di María envió un centro desde la izquierda para que Nicolás Otamendi abriera el marcador de cabeza por el segundo palo. Pero después, y si bien los del Bolillo Gómez carecían de profundidad, alarmó la apatía albiceleste. Sólo Roderick Miller cabeceó muy cerca para los centroamericanos, que sufrieron a los 30 la infantil expulsión de Aníbal Godoy por un manotazo.
Después, la Selección sumó una preocupación cuando Di María se retiró con una lesión muscular. En el arranque del complemento el desarrollo era chatísimo. Hasta que a los 15 se decidió el Tata Martino y apareció Messi. A los 23, aprovechó un rebote y marcó el segundo cara a cara con Jaime Penedo, a los 32 acarició el balón con un exquisito tiro libre al ángulo izquierdo y a los 41 coronó su noche con una hermosa definición para el cuarto. A los 44 otro ingresado, Sergio Agüero, anotó de cabeza para sellar el marcador.
La noche llegó a su fin girando alrededor de Messi, con Argentimna clasificada a cuartos y con el público delirando en Chicago. Aplausos para él, aunque se mantenga el desafío colectivo de acompañarlo mejor para lo que viene.