Rodolfo Arruabarrena llegó a la dirección técnica de Boca en medio de una emergencia, la precipitada salida de Carlos Bianchi, y rápidamente recibió la aceptación de los hinchas. Formado en las Inferiores del club, había debutado con la camiseta azul y oro a los 17 años y había logrado dos títulos locales y la Copa Libertadores del 2000. Con él en el banco, el círculo se cerraba.
Luego de algunos resultados alentadores, el Vasco afrontó su primera prueba de fuego: el choque ante River por la Sudamericana. La eliminación en el Monumental fue amortiguada por el escaso tiempo al mando del plantel. Seis meses más tarde, un nuevo fracaso ante el clásico rival lo dejó en la cuerda floja. Ya no había excusas ni atenuantes, más allá de las locuras del Panadero y sus secuaces que provocaron la sanción de la Conmebol.
Pero Arruabarrena no bajó los brazos, mantuvo su trabajo con perfil bajo y alzó su primer campeonato como DT con un equipo que poco a poco fue encontrando una identidad propia y con una efectividad envidiable del 71.7 por ciento, con 140 puntos obtenidos sobre un total de 195 y con 43 victorias, 11 empates y apenas 11 derrotas en 65 partidos disputados.