Inglaterra se llevó un partido que mereció ganar, pero que sufrió mucho más de la cuenta para hacerlo. El equipo inglés no propuso nada y Lancaster no pareció cómodo con la configuración que sacó en el XV inicial. Fiji, con poquísimo, se las arregló para mantenerse en partido hasta el minuto 70.
Con penales a los palos errados, desperdiciando muchos puntos que seguramente le hubieran cambiado la cara al partido, pero no pudo ser. Fiji generó mucho más juego que el equipo local, que aprovechó los errores y las indisciplinas isleñas en ambos tiempos para anotar puntos con el pie, que fueron los que le dieron cierto aire.
En esa etapa, Fiji se largó a jugar, pero no paró de cometer errores no forzados. Y en el revuelo y el desorden, Inglaterra se las ingenió para que el partido transcurriese sin pena ni gloria, porque el partido fue, en síntesis, muy aburrido.
El primer tiempo se fue y nadie lo extrañó ni lo hará. Muy cortado, muy intermitente, los dos tries ingleses parecieron excesivos. No gravitó Youngs, tampoco Ford. May y Watson fueron inofesivos, la tercera línea inglesa pasó sofocones y el unico que salvó la ropa fue el onmipresente Mike Brown que, desde el fondo, hizo daño siempre o al menos, lo intentó.
En la segunda mitad, Fiji se plantó y con lo que pudo, lo fue a buscar. Con muchas fallas en la toma de decisiones, el equipo isleño no acertó a la hora de elegir por dónde y cómo atacar. Pero acorraló a Inglaterra con los embates de Nadolo, autor de un try y de surcos cada vez que tocó la pelota y con los delanteros que intentaron imponerse en una lucha que parecía desigual, pero que no lo fue. Lancaster no dudó y comenzó a meter cambios para cambiarle la cara al equipo.
Y vaya si pasó eso. El ingreso de los hermanos Vunipola, de Launchbury, de Wigglesworth (sobre todo) maquillaron al local y lo vistieron con al menos una sonrisa. El equipo inglés encontró algunos espacios en una cansada defensa fijiana y así llegaron dos tries y el bonus, en tiempo de descuento, después de mucho batallar y de buscar penetrar esa muralla blanca que fue prolija pero que se vio, finalmente, desbordada.
Lo único que cuenta, para Lancaster, es el punto bonus obtenido. Todo lo demás deberá revisarlo si no quiere que lo que arrancó como un sueño se convierta en pesadilla al fin de la primera rueda.