Le hizo precio. No es que haya sido una máquina Brasil, sino que Venezuela, esa Vinotinto que hace unos años había pegado varios sustos en sus rivales, estuvo lejos de generarle preocupación. Si, al menos en los primeros minutos, sólo logro dejar en evidencia que la defensa del local no estaba del todo atenta. Pero nada más. Le costó salir, le costó jugar, le costó tener la pelota y saber qué hacer con ella. Y la Canarinha se aprovechó de eso y casi que jugó relajado, tuvo que volver a despertarse de golpe cuando llegó el descuento del rival y, otra vez, dejó pasar los minutos, disfrutó de que su gente disfrutara (tras haber arrancado con una derrota ante Paraguay) y movió la pelota esperando el final. Pudo ser más, fue 3-1.