Andy Murray cumplió con los pronósticos, se sacó la mufa de varias finales importantes perdidas -venía de caer en las definiciones de Australia y Roland Garros- y se coronó nuevamente campeón de Wimbledon. Esta vez se impuso en la final a Milos Raonic por 6-4, 7-6 (3) y 7-6 (2), tras casi tres horas de partido.
Murray, de 29 años y ubicado en el puesto número dos del ranking mundial, tuvo un partido casi perfecto: fue preciso con su servicio, estuvo acertado desde el fondo de la cancha para neutralizar las subidas del canadiense -séptimo en el escalafón de la ATP- y con la devolución evitó que su rival lastimara con su mejor arma, el saque.
El británico ya había ganado el torneo en 2013, cuando cortó una racha de 77 años sin ganadores locales. Además, consiguió el Abierto de Estados Unidos en 2012, el oro olímpico en los Juegos del mismo año y fue finalista en otros ocho torneos de Grand Slam, cinco de ellas en el Abierto de Australia.