Tiene un look particular, exótico, inclusive con varios estereotipos de lo que uno podría imaginar en un aventurero: sombrero de ala, la piel curtida por el viento, chalecos y ropas dignas de un personaje de ficción. Pero Emilio Scotto no es el protagonista de un cuento o una película: es una persona real que, a diferencia del resto de la humanidad, decidió ser la persona que más kilómetros recorrió sobre una moto.
Pero por más real que sea Emilio, su historia es de película: viajó con una Honda Goldwing a través de 280 países durante más de diez años, totalizando 735.000 kilómetros. Pasó por naciones en guerra, estuvo preso seis veces, lo acusaron de espía y casi muere de malaria. En el medio, se casó y aprendió cinco idiomas. Partió de su casa, en Argentina, a los 30, y regresó diez años después.
"Mi espíritu aventurero nace de un niño inocente de 8 años que miraba la Luna y que le decía a su madre que iba a ser el primer hombre en llegar a ese planeta", rememora Scotto. Su madre como respuesta le dijo que iba a llegar, pero a la escuela y le reglaló un Atlas donde estaban los planetas. Sin embargo, lo que descubrió fue que el mundo era mucho más interesante que el espacio: "fueron infinidades de lugares y nombres extraños como Kinshasa, Tumbuctú, líneas rojas que van a distintos puntos de la Tierra. Entonces, ese niño de 8 años se propuso dar la vuelta al mundo y hacer una ruta que se llame Azul Uno", confesó el aventurero sobre sus orígenes.
La idea le quedó en la cabeza, y cuando cumplió 30 años, después de trabajar como visitador médico, decidió hacerla realidad. "Renuncié al trabajo y con 300 dólares me subí a la moto para hacer mi sueño realidad, aunque nunca imaginé que iba a terminar en el libro Guinness y que Hollywood iba a hacer una película".
La primera frontera que cruzó fue la de Uruguay, para luego seguir viaje por Brasil. Allí enfiló rumbo a Venezuela, pero como no había conexión con ese país en ese entonces se fue por la selva. "No había documentación ni mapas, por lo que todo fue descubrir y marchar", sostuvo antes de mencionar que recién en Centroamérica la historia comenzó a complicarse al llegar a El Salvador, en ese entonces en guerra con Nicaragua.
"Pasé por lugares en donde había un país que hoy se han dividido en dos o más. Me guiaba por mapas, pero muchas veces preguntándole a la gente. Fue en los '80 y a principio de los '90, no existía la tecnología de hoy, como el GPS o los celulares. No me quedó otra que aprender idiomas para poder comunicarme", relató a <b>El Día</b>.
"Cuando inicié esta aventura, existía la Unión de Repúblicas Socialistas Sovieticas (URSS), estaba el muro de Berlín, gobernaba Muamar al Khadafi en Libia, Nicolae Ceausescu era el dictador de Rumania y aún no había sido ejecutado", contextualizó antes de relatar como la tecnología lo fue sorprendiendo en el camino: "Después llegó la era de los celulares y las computadoras, y de pronto me encontré viajando en medio de la guerra de los Balcanes".
Viajó por las carreteras de China sin entender ni uno de los carteles que se cruzó, pasó de Norteamérica a Europa y luego pasó por 55 países africanos, donde un conflicto bélico se volvió a cruzar en su camino: "Vi estallar la guerra de Somalía, de donde terminé escapando cuando nos atacaban los piratas. También estuve en los conflictos de Angola y Mozambique".
"En Liberia fui acusado de querer matar al presidente Samuel Kanyon Doe (fue asesinado en 1990). Como venía de pasar por Sierra Leona, donde se encontraba el líder guerrillero Charles Taylor, quien combatía al presidente, presumían que yo era un espía y me pegaban, a mano abierta, en un costado de la cara para qué confesara", sorprendió.
Pero no es lo negativo lo que más le quedó grabado de sus aventuras: a lo largo de su periplo recibió la solidaridad de la gente la sintió en todo momento: "Me regalaron combustible, cambios de aceite o me daban un lugar para dormir", resaltó.