Un 11 de agosto de 1996 Ramón Díaz tiraba a la cancha, contra Colón de Santa Fe, a un tal Pablo Aimar. Aquel jovencito que obnubilaba con sus gambetas, decidió marcharse de Núñez el 17 de diciembre del 2000 tras un encuentro con Lanús. Pasó por el Valencia, Zaragoza, Benfica y Johor (Malasia), mientras alternaba en la Selección.
Era el momento más esperado de la noche en el Monumental. Todos querían ver a Pablito Aimar una vez más con la camiseta puesta, dentro de la cancha. No alcanzaba con verlo en el banco y roperse las manos para ovacionarlo. Y llegó. Después de 15 años (su último partido oficial había sido en diciembre del 2000) y después de luchar contra una lesión crónica en el tobillo que no lo dejaba volver.
Pero el Payaso no bajó los brazos, siguió soñando con retirarse en River y una noche le tocó la hora de volver. No era un partido nada fácil contra Central, pero Aimar entró a los 30 del complemento, en lugar de Pisculichi, y en la primera pelota que le pasó cerca ¡tiró un caño! Alegría de la grande para darle otra vez la bienvenida a un hijo pródigo de la casa que trasciende los colores y lo clubes. El fútbol todo está feliz.