Que a Sergio Santos Hernández le encanta hablar es sabido, pero más importante es que elabora conceptos a medida que recorre la charla de una hora con Clarín. Se prende en el cruce de ideas, devuelve paredes y golpea justo con alguna jugada de pizarrón.
No se escapa el entrenador que lleva nueve años, en dos períodos, al frente de la Selección masculina de básquetbol. Antes, con los peso pesado. Hoy, con los jóvenes. Siempre, con franqueza. Y entonces el pasado, el presente y el futuro se mezclan en el diálogo.
"A la Generación Dorada vale entenderla como un concepto, porque si no, se cree que fueron 12 tipos que consiguieron todo y en realidad del oro en Atenas al bronce en Beijing cambió medio equipo. Encima, hoy los jóvenes creen que Campazzo es Generación Dorada y que Sconochini fue un presidente de Italia del siglo XX -dice entre risas-. Hay que reforzar el concepto porque estos jugadores nos dejaron mucho más que las medallas, que sirven para el museo. La Generación Dorada nos dejó un legado, una enseñanza: '¿Ustedes quieren lograr esto? No alcanza con estar unidos ni con llevarse bien ni con tener gente que salta mucho. Hay que trabajar con coherencia y buscar la excelencia'. Nunca más vi jugar a un equipo como el de Indianápolis 2002. Era la perfección del juego. Le mostraron al mundo un básquetbol que no se veía desde la Yugoslavia del Mundial 1990 en la Argentina."
<b>-Es difícil escaparle a las sensaciones que produjo ese equipo. Pasa hasta en quienes no eran adeptos al básquetbol...</b>
-Es que es casi imposible entender lo que sucedió con Argentina y España en los últimos 20 años. La identidad, la competitividad, el respeto por el juego... Sólo Estados Unidos, la ex Unión Soviética y la Yugoslavia previa a su disolución pudieron lograr esa hegemonía de estar entre los top 4. Argentina no sólo logró rendimiento sino resultados. Es increíble porque no es una potencia basquetbolística, como Lituania y Serbia, donde el básquetbol es más cultural que deportivo. Es tremendo el respeto logrado por Argentina gracias a sus jugadores y a su juego, porque nos hemos clasificado a Juegos Olímpicos y a Mundiales casi sin integrantes de la Generación Dorada.
<b>-¿Cómo analizás la cruda transición?</b>
-Vamos bastante bien. Si vamos a analizar esta transición en función de si haremos podio en Mundiales o en Juegos Olímpicos, bajemos las expectativas. Si podemos, mejor. Pero ilusionémonos primero con clasificarnos al Mundial, porque no va a ser fácil. Lo más importante es que la Selección no pierda la identidad que logró el básquetbol argentino. Esa que nos hace poderosos y que es lo que más cuesta lograr.
<b>-Y que se forjó con una derrota tan dura como justamente la de 2002...</b>
-Aquellos jugadores perdieron el miedo a perder y eso los hizo más peligrosos porque lo que peor que te puede pasar es tener un rival así enfrente. Nosotros usamos el miedo a perder de los demás. Esa es la famosa "presión". Pero cuando jugabas contra Ginóbili, Scola y Nocioni, que asumen y aceptan que hay un 50 por ciento de chances de ganar, es lo mismo que pelear con alguien que no tiene miedo a morir. Fue un grupo que dejó una enseñanza maravillosa, pero al mirarlos lo primero que veías eras: "Decime cómo hacemos esto, dame herramientas y detalles".
<b>-¿Al nuevo grupo de jóvenes los tenés que machacar más para que incorporen conceptos?</b>
-Los jugadores de esta Selección, con un promedio de edad de 24 años -sin Scola-, tienen mucho mejores hábitos que los que tenía la Generación Dorada a la misma edad, cuando no tenían hábitos serios de entrenamiento, alimentación, descanso... Los fueron incorporando en su carrera porque se convencieron ellos mismos y vieron los resultados.
<b>-¿Varios de los jugadores que hoy tienen protagonismo copiaron los ejemplos de los históricos al haber compartido equipo?</b>
-La famosa Generación Dorada mostró el camino. Manuel Álvarez, nuestro preparador físico, le dijo al plantel en una charla que una cosa es la alta competencia (el entorno y el hábitat) y otra el alto rendimiento. Muchas veces creés que sos de alto rendimiento porque no llegás tarde y hacés lo que te dicen, pero el deportista de alto rendimiento lo es durante 24 horas y eso se hace desde la convicción. En la Liga Nacional, incluso, hubo un cambio a partir de que entrenadores y jugadores vimos que la Generación Dorada no era solamente buena porque tenía talento sino porque tenía buenos hábitos. O incorporás buenos hábitos o incorporás vicios.
<b>-¿O sea que este proceso no sólo abarca el rendimiento y el resultado sino la incorporación de esta idea macro?</b>
-Si no creamos una mentalidad profesional en nuestros deportistas y no mostramos el camino o un legado, no hay éxito. Ojo que yo quiero ganar y preparo al equipo para ganar, porque no tengo una academia. Pero estos jugadores no sólo tienen la misión de hacer la mejor AmeriCup posible. Somos conscientes de que aún si ganamos esta Copa América, el proceso podría no llegar a ser exitoso. Queremos que se lleven más que ser campeón o hacer un papelón en el torneo que viene. Se tienen que llevar lo otro.
<b>-Como cuando Manu le dijo a Campazzo que tenía panza y lo hizo cambiar. O cuando Scola se llevó a Delía a Houston o se entrenó con Fjellerup y Amigo en Nueva York...</b>
-La famosa anécdota de Campazzo con Ginóbili con la panza es graciosa y de color, pero es parte de la verdad. Yo lo dirigía a Facundo y no podíamos hacerlo cambiar ciertos hábitos. Una palabra de un Generación Dorada llevó a que el pibe hiciera "clic". Hoy lo dejás 20 horas sin comer a Campazzo y le ponés un brownie adelante y te dice: "No, gracias". Tiene el cuerpo de un atleta y vive como un profesional. Eso lograron estos tipos. Manu, el amante número uno del helado, no se da el lujo de comer un cuarto durante 10 meses. Y lo de Scola con los jóvenes lo hace de pesado que es nada más, je. Le da placer. Se siente bien transmitiendo experiencia y nos viene de maravillas, porque los jugadores hacen un cambio increíble. Los líderes moldean a través de la convicción y no de la obligación. Y así el cambio se da para toda la vida. Fuente: (Clarín).-