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Federer y Nadal definen el Abierto de Australia y reviven grandes finales

Roger Federer y Rafael Nadal se medirán en la final del Abierto de Australia este domingo (desde las 5.30 de nuestro país) y rememorarán grandes encuentros del pasado. Será el 35° enfrentamiento, 21° por un título y 9° por Grand Slam.

28 de Enero de 2017
Cara a cara, como en los viejos tiempos: Federer vs Nadal.

El tenis invita a una fiesta y todo indica que es, además de improbable, sobre todo bastante necio resistirse a ella. Perdido con frecuencia en debates acerca de si hay que quitar el segundo saque, acabar con la regla del "let", instalar micrófonos para escuchar todo, crear pelotas fluorescentes o aumentarlas de tamaño, el inicio de 2017 le ofreció la solución a un deporte que, con sus altibajos, sigue siendo uno de los más populares del mundo.

 

En un mundo que hace un culto extremo a la juventud y en un deporte que viene hablando hace seis o siete años de la inminencia de un recambio que no llega, la realidad marca que en la noche australiana del domingo (cinco de la madrugada en la Argentina) se verá el mejor partido que puede ofrecer el tenis de hoy y uno de los mejores de todos los tiempos. Lo protagonizarán un suizo de 35 años y un español de 30 y será el choque número 35 entre dos hombres que se vienen midiendo desde 2004. Sólo en 2016, el peor año de ambos desde que se convirtieron en estrellas, dejaron en blanco el casillero de enfrentamientos.

 

Que la reedición del cruce sea en una final de Grand Slam, la novena entre ellos, pero la primera en seis años, sólo le suma picante a un plato al que le sobra sabor. Esta vez se trata, sobre todo, de ver jugar a Federer frente a Nadal, a Nadal frente a Federer. Revivir el duelo es más importante que la mismísima final del Abierto de Australia, uno de los cuatro grandes torneos del circuito.

 

No deja de ser un tanto asombroso que Nadal y Federer sigan generando semejantes niveles de emoción y expectativa. ¿No fueron acaso estos últimos los años del dominio de Novak Djokovic, ese histriónico serbio que parece de goma y hace lo imposible por caerle bien a los espectadores? ¿No concretó Andy Murray una pequeña gran hazaña en 2016 al quedarse con el número uno del mundo para seguir llevando al tenis británico a cumbres que ya sólo creía posibles en los libros de historia? ¿No van creciendo como jugadores los talentosos Grigor Dimitrov y Milos Raonic, mientras StanislasWawrinka maravilla con su revés y Kei Nishikori juega como si fuera el conejo de Duracell?

 

Sí, en el tenis sucede todo eso y unas cuantas cosas más, pero meta en una licuadora los ingredientes (Djokovic, Murray, Dimitrov, Raonic, Wawrinka, Nishikori, incluso el emocionante e increíble regreso de Juan Martín del Potro) y el resultado será mucho menos sabroso y tentador que la certeza de que el Federer vs. Nadal sigue disponible para ser disfrutado.

 

Alcanza con un par de flashbacks, con remontarse a la final de Wimbledon 2008 o a la de Australia 2009, dos definiciones épicas que quedaron en el bolsillo del español.

 

Y es ahí donde la rivalidad suma volumen, porque alguien podría argumentar que, con 23 triunfos en 34 partidos y seis en ocho finales de Grand Slam, el duelo de las dos R, el Roger-Rafa, no es en realidad duelo.

 

Sería un error verlo así, porque los dos protagonistas están convencidos de que lo suyo es épico. Cuando le preguntaron a Nadal con quién querría jugar el último partido de tenis antes de un eventual fin del mundo, el español eligió a Federer sin dudar. Lo mismo le sucedió al suizo.

 

Verlos jugar permite entender los infinitos matices del tenis. "Uno es tan rápido que no te deja respirar, el otro te tira para atrás, no hay nadie que le pegue de esa manera". Palabra del francés Richard Gasquet, que sufrió y sufre a los dos. Al zurdo contragolpeador que es Nadal -lo sigue siendo, aunque sus golpes hayan ganado en agresividad-, al diestro ofensivo que es Federer.

 

Días atrás, The New York Times publicó una lista de deseos para el tenis de 2017, y además de pedir un título de Grand Slam para Del Potro, soñó con un último para Federer y un décimo Abierto de Francia para Nadal. Lo de Roland Garros ya se verá, mañana domingo la oportunidad es para ambos. ¿Decimoctavo grande para que Federer haga crecer su propio récord? ¿O decimoquinto para que Nadal se acerque a los 17 que tiene hoy el suizo y se reenganche en la lucha por ser el más ganador de la historia?

 

Suceda lo que suceda, 2017 se estará abriendo con un giro inesperado, una vuelta al pasado que es el futuro que muchos preferirían. ¿Tiene ventaja Federer por haber contado con un día más de descanso y por el esfuerzo que Nadal hizo en los cinco sets con Dimitrov? Probablemente, aunque hay un antecedente que lo desmiente: Australia 2009. Aquella vez, el suizo llegó en idéntica situación, porque Nadal había ganado el viernes ante Fernando Verdasco una semifinal que fue una masacre física. El domingo, sin embargo, ganó Nadal, y Federer terminó llorando en la ceremonia de premiación. Imágenes demasiado vivas en el recuerdo de millones.

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