Un Diego Maradona recargado llegó a Bogotá y a su paso, dejó más secuelas que un huracán. Aunque la visita se pautó como parte de una serie de actos deportivos en busca del final del conflicto armado entre el gobierno y las FARC que lleva más de 60 años, la visita no tuvo nada de pacífica. Primero, en conferencia de prensa, le pegó al titular de la FIFA e hizo campaña para el príncipe jordano Ali Bin Al Hussein: "El no tiene necesidad de robar como lo hace Blatter. Creo que en las próximas elecciones tenemos muchas chances de pegarle una patada en el culo", disparó el ex capitán de la Selección Argentina.

Pero este fue solo el inicio de un día de furia. Por la noche, el Diez participó del partido "Un gol por la paz" en el estadio metropolitano de Techo, y desató una verdadera guerra, un escándalo. El partido terminó 2 a 1 para el equipo de Diego (marcó el último gol de penal) y junto a él jugaron José Luis Brown, el paraguayo Roberto Cabañas, y los colombianos Faustino Asprilla, Chicho Serna, Adolfo Tren Valencia y Freddy Rincón, entre otros. Hasta ahí, todo bien, sin sobresaltos. Lo que siguió después, fue un verdadero papelón.

Un Maradona (54 años) con sobrepeso, cansado, y asfixiado por los 2600 metros de altura, se molestó por la gran cantidad de gente que lo rodeó cuando el árbitro marcó el final y él decidió dar una vuelta a la cancha para saludar al público. "¡Ábranse, ábranse!", gritó mientras levantaba temperatura. Acto seguido, le pegó un manotazo y una patada a José David Ferrer, asistente del canal Citytv. "No entiendo la reacción de Diego. Muchos lo estábamos filmando y se enojó conmigo. Me duele que la agresión venga alguien que admiro y que es un ídolo para todo el pueblo colombiano", confesó José con lágrimas en los ojos.