No alcanza con jugar bien para vencer a Roger Federer, hay que jugar muy bien todo el partido. No le bastó a Pablo Cuevas acelerar su juego a partir del final del primer set, porque ya había perdido su servicio de entrada ante el dos del mundo, y por eso pagó caro toda la remontada final, que fue memorable y lo pone nuevamente al nivel de los mejores, acaso sólo ese escalón por debajo: el de la regularidad.
Federer se impuso 6-3 7-6 (11) a Cuevas en una preciosa final del novel torneo de Estambul, en la que el suizo quebró de entrada, en el segundo game del primer set, y en el que logró dominar luego a Cuevas, un tanto errático, y que no dispuso ni siquiera de un solo break point en ese primer parcial.
A los 33 minutos de iniciado el partido, apenas postergado unos minutos por lluvia, el de Basilea ya ganaba 6-3, con un 81% de efectividad del primer saque. En el segundo set, en cambio, Cuevas salió a desplegar lo mejor que tiene. Mantuvo su juego agresivo, tal vez arriesgando al límite, pero eso es también parte del juego de su rival: exponerte hasta más allá de lo habitual para ganarle los puntos.
De esa forma el uruguayo aprovechó su única opción de quiebre y se llevó el saque de Federer para ponerse 4-3, pero luego perdió el suyo en el game siguiente. Con esa igualdad llegaron al eterno tie break.
Nada que reprocharle a Cuevas ahí. Levantó cuatro match points, tuvo tres sets points, pero al final, en esa locura eterna de cada uno de tener la definición en sus manos y no poder cerrarla, fue Federer quien se quedó con el partido.
Cuevas jugó en su mejor nivel, sobre todo desde el final del primer set, y mostró que podía ser agresivo y ganar en base a su juego muchos puntos poniendo en aprietos y forzando errores de uno de sus ídolos.
Ahora al uruguayo lo espera otro partido durísimo, porque debuta en Madrid ante Tommy Robredo, a quien le ganó la final de Umag el año pasado, y si gana, enseguida David Ferrer. En tanto, Federer sumó su 85° título y amplió a 19 los países en los que su tenis triunfa.