Es el 13º torneo grande en la carrera del balcánico, quien confirmó que está preparado para seguir agigantando su leyenda después de recuperarse de una lesión, cirugía incluida, en el codo derecho. Tras ingresar a la Catedral como 21º en el ranking, a partir del lunes regresará al top 10 y ocupará el décimo puesto en la clasificación mundial.
Fue un monólogo de Djokovic durante los dos primeros sets bajo un sol abrasador. Anderson, casi momificado, acusó recibo de sus dos batallas maratónicas frente a Roger Federer y John Isner. El partido era un vía crucis para el sudafricano, fatigado y sin movilidad después de más de 20 horas sobre la hierba londinense. El serbio concretó cada uno de los puntos de quiebre que tuvo, apenas cometió siete errores no forzados y resolvió sin sobresaltos los dos primeros parciales pese a la recuperación que mostró el africano sobre el cierre del segundo chico.
Anderson, número cinco del mundo desde el lunes, se reencontró con su físico en el tercero, empezó a lastimar con el saque, a quemar con la derecha y equiparó un trámite que se tiñó de absoluta paridad. Djokovic comenzó a fallar con su servicio, cometió un par de doble faltas y tuvo que afrontar seis break points durante en sus últimos tres games con el saque.
En el 4-5, 30-40, levantó una oportunidad de quiebre con un drive que parecía largo pero la pelota picó sobre el fleje y ganó el punto con una volea. El público había celebrado anticipadamente aquel error y Djokovic, que en su cruce de segunda rueda frente a Kyle Edmund sufrió los abucheos del público, respondió de cara al umpire: "Diles que se callen la boca", le pidió.
Con el traje de escapista, el serbio forzó el tie-break y se quedó con el título tras un desempate que resolvió con contundencia, el 69º trofeo de su carrera. Ya campeón, levantó el trofeo frente a la atenta mirada de su esposa Jelena y de su hijo Stefan. "Por primera vez en mi vida, tengo a alguien que me grita 'papi, papi'", contó emocionado sobre el césped del estadio principal del All England.
El serbio, que había puesto en duda su presencia en la gira sobre hierba, levantó el título en Wimbledon y lanzó un mensaje al resto del circuito: Djokovic recuperó su versión inexpugnable y renació en Wimbledon.