Al tiempo que Flamengo confirmó 38 casos de coronavirus en el club, tres de ellos jugadores del equipo de Primera, y que el número de infectados en Brasil crece exponencialmente, en Porto Alegre aceleran para concretar la vuelta del fútbol.
Solamente ayer se reportaron 11.896 nuevos casos y 667 muertes en todo el país (cabe resaltar que en Argentina hubo un total de 5.208 infectados, de los cuales 273 fueron fatales), pero así y todo la presión que ejerce la presidencia de Jair Bolsonaro podría encontrar eco en el estado de Río Grande do Sul.
Los dos equipos representativos de Porto Alegre, capital estadual, Gremio, donde juega el entrerriano Walter Kannemann, e Inter, ya retomaron los entrenamientos, con medidas preventivas, pero con la intención de seguir adelante hasta la reanudación oficial.
Como suele suceder, el fútbol volverá a ser una herramienta política. Bolsonaro pretende que la pelota vuelva a rodar, por motivos económicos y por lo que implica para el pueblo brasileño el fútbol, pero las consecuencias que podría tener esta medida podrían ser graves.
El gobernador de Porto Alegre, Eduardo Leite, pertenece al Partido de la Social Democracia Brasileña, cercano al presidente (aunque alternó de partidos en toda su trayectoria, fue electo en el Partido Social Liberal), y, al ser esta una medida que se tomará por las autoridades estaduales, especulan con que seguirá las peticiones de Bolsonaro y le dará rienda suelta al fútbol.
Lo cierto es que en Río de Janeiro y la mayoría de los estados cuyos gobernadores no están alineados con Bolsonaro, el fútbol está lejos de ser una prioridad, pero el Torneo Gaúcho pareciera estar cada vez más cerca de volver. En contrapartida, el Brasileirao no tiene planeado un retorno. Y aunque por ahora no hay fecha definida, de concretarse, sería el primer certamen en todo Sudamérica en retomar su actividad.