<b>El Galgo, el chico sumiso que se reconcilió con las oportunidades en Boca</b>
Walter Bou, de 23 años, vive horas de enorme expectativa. La lesión de Darío Benedetto, el domingo pasado ante San Lorenzo (distensión del bíceps femoral derecho), y su muy buena entrada (la primera pelota que tocó, la transformó en el segundo gol xenieze) le permiten ilusionarse con la posibilidad de ser titular mañana en la Bombonera, cuando Boca reciba a Racing. E incluso, con la chance de integrar el primer equipo también dentro de nueve días, cuando el equipo de la Ribera visite a River, en el Monumental.
Pero el clásico con la Academia tiene un condimento extra para Walter: si se confirma lo que dejaron entrever los mellizos Barros Schelotto en la práctica de ayer, tendrá la posibilidad de jugar frente a su hermano Gustavo, goleador de la Academia. Consultado por esa posibilidad, el menor de los Bou consideró en conferencia de prensa: "Hablo todos los días con él, y si se da sería algo muy lindo. Ya jugamos como rivales cuando yo estaba en Gimnasia. La familia está chocha y muy contenta por los dos. Mi hermano es un crack y se ganó el respeto de todos. En este partido voy a cambiar la camiseta con él".
El hecho de no ser titular con frecuencia y pelear por un lugar día a día, y en cada entrenamiento, no le impide al Galgo disfrutar de las, hasta aquí, escasas chances de jugar. Y todavía se muestra sorprendido por la Bombonera. "La cancha de Boca es algo impresionante. Ver el estadio lleno, con toda la gente ahí alentándote, es algo increíble. Te da otro pulmón para seguir corriendo", elogió. Para Walter, será la tercera vez en el torneo que esté desde el arranque, después de haberlo hecho frente a Belgrano y Temperley. En 336 minutos en el campeonato, convirtió tres goles.
Fue hace 15 años que Guillermo y Gustavo Barros Schelotto vivieron lo mismo que les espera mañana a Gustavo y Walter Bou: estar enfrentados en un Boca vs. Racing. Quienes hoy ocupan la dirección técnica del conjunto de la Ribera se enfrentaron el 1° de noviembre de 2001, por la 15a fecha del torneo Apertura en el que se consagraría la Academia. Aquella tarde en la Bombonera, Guillermo abrió el marcador para el triunfo xeneize 3-1 y tuvo del otro lado a su gemelo en la última media hora del partido, luego de que Gustavo ingresara por el colombiano Alexander Viveros.
Las carreras de los hermanos Bou, nacidos en Concordia, Entre Ríos, transitaron por caminos distintos desde la etapa juvenil, cuando Gustavo hizo las divisiones inferiores en River y Walter en Boca. Lo que no los separó fue en lugar en la cancha, donde para los dos el gol siempre fue el alimento esencial. En Gimnasia compartieron plantel en la primera parte de 2014, pero nunca jugaron juntos: Walter debutó luego de que Gustavo se había ido a la Academia.
Mientras que el mayor de los hermanos está consolidado en el conjunto de Avellaneda (lleva 41 goles en 85 partidos), el menor de los Bou tiene otra gran oportunidad. Es el delantero que corrige su pasado y busca cambiar cada cosa que no le gustó en aquella primera etapa en el club. "Era un chico obediente, sumiso, laburador. Le pegaba con las dos. Jugó muy bien en Suiza [en el Torneo Internazionale Giovanille de Bellinzona, un campeonato Sub 19 que Boca ganó]", recordó hace poco a La Nacion Víctor Marchesini, su técnico en la 4a división. Fue en esa categoría donde había logrado su único tanto por aquellos años con la camiseta xeneize, ante Independiente, en un empate 1-1. Pasó poco más en aquel 2013 antes de seguir otro camino.
Y aquí está de regreso, en una versión remixada y goleadora. Siguiendo los pasos de su hermano Gustavo no sólo en la red, sino también en la vida, con participación solidaria cuando su ciudad se vio afectada por una inundación un año atrás y no dudó en viajar para jugar un cuadrangular de fútbol 5 a beneficio. Tampoco va a dudar mañana, porque sabe que es otra ocasión para no dejar pasar. En Boca tiene revancha y pide pista.
<b>La Pantera, el símbolo del sacrificio de una familia que se hizo a los golpes</b>
La primera y única vez que se cruzaron dentro de una cancha Gustavo y Walter fue el 2/11/2014, en un Gimnasia 0 vs. Racing 1. "Galgo Bou tu familia está con vos", decía la bandera que llegó desde Concordia. Ese era el debut como titular de Walter. Resultó el despegue de la Pantera: después de ese triunfo, la Academia ganó cinco partidos en fila y terminó dando la vuelta olímpica. En sus primeros seis meses en Avellaneda, Gustavo cambió las dudas del arranque por la idolatría: con diez tantos, fue el goleador del campeón.
La Pantera es la síntesis del sacrificio para una familia que se hizo a los golpes. Cuando él tenía 15 años, vivía en la pensión de River. La enfermedad de su madre María Amelia lo hizo recorrer esos 430 kilómetros entre Núñez y Nebel. "Negro, quiero que sigas con el fútbol, que triunfes, que puedas vivir de eso. Por más que me vaya, te voy a ayudar desde arriba", fue el pedido de su vieja antes de partir. Le costó un mes recuperarse. Un mediodía lo encontró llorando en la casa, mientras veía que su papá volvía en bicicleta del trabajo. "¿Por qué llorás?, preguntó José. "Extraño a la vieja", respondió Gustavo. La devolución del padre fue un camino: "Y fijate que yo también estoy muy dolido, pero tengo que seguir adelante por ustedes".
Gustavo Bou lleva a sus dos padres en la piel. En el brazo derecho tiene tatuado el rostro de su papá y una sentencia: "soy capaz de lo incapaz por ti". En el izquierdo, la cara de su mamá y dos frases: "gracias por todo" y "aunque mis ojos no te puedan ver, te puedo sentir, sé que estás aquí". Cada gol que marca es un regalo para María: se besa el antebrazo izquierdo y mira al cielo, con sus dos índices apuntando hacia arriba. No parece una casualidad: de las cinco veces que le tocó jugar en el fin de semana del día de la madre, la Pantera convirtió cuatro veces. Enfrentar a Boca también lo agranda: contando los partidos de verano, con la camiseta de Racing festejó ocho goles en seis partidos.
El haber perdido a su madre joven unió a los hermanos. Sobre todo a Gustavo y a Walter, los más pequeños, que mañana a la tarde volverán a cruzarse dentro de un campo de juego, nada menos que en un clásico. El lunes pasado, después de que la Pantera haya convertido ante Independiente y de que el Galgo le haya marcado a San Lorenzo, pasaron todo el lunes juntos, con una caña de pescar de por medio. Ahora les tocará ser rivales. "Si hay que trabar, trabaremos. En la cancha de Gimnasia me acuerdo que hubo un córner, una pelota divida y fuimos los dos a morir. Yo me tiré al piso, él llegó con lo justo. La verdad ni vi quien era, después me di cuenta que era mi hermano", recordó en la semana Gustavo, el ídolo de Walter, en una entrevista en el canal Fox.
No fue el único fin de semana en el que ambos convirtieron. El anterior, fue el del día de la madre. Esa tarde, en la platea de la Bombonera, con una gorrita para pasar inadvertido, Gustavo se alegró por el gol de su hermano menor. Al otro día, Walter aprovechó su jornada libre para acompañar a su hermano hasta el Predio Tita, donde se entrenaba Racing. Más allá de las rivalidades y del profesionalismo, los dos coinciden en que existe una unión superior: la hermandad.
Desde que la Pantera se afianzó en Primera y tomó continuidad, su padre ya no trabaja más. Los otros cinco hermanos siguieron el camino de José: se dedican a la construcción. Incluso lo están ayudando a Gustavo a terminar su casa en Nebel. El mayor de los hermanos Bou, José Luis, asegura que él también tenía condiciones para el fútbol. Jugaba de central y llegó a estar en el seleccionado de Concordia. "Tuve que dejar. ¿Si me llegaba a lesionar, qué comía después?", pregunta. En lo picados en el campito de Nebel, José Luis llevaba como refuerzo a Gustavo, 16 años menor. Muchas veces lo tenían que sacar, no por su nivel sino para protegerlo de alguna patada. Mañana el campito será la Bombonera: adentro y afuera de la cancha será todo de los Bou, como si fuera un barrio de Concordia. <i>(La Nación)</i>